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“El mejor lector de Bolívar es el comején”: Martín Murillo

 “El apoyo de los patrocinadores ha sido preponderante en todo el proceso porque uno va como el caballo cochero, con los ojos mirando en una sola dirección, teniendo muchos objetivos. Por eso es importante aprender a estructurar un proyecto y hay que saber para dónde vamos”: Martín Murillo.

Este es Martín Murillo, el hombre de la Carreta Literaria ¡Leamos!, otro colombiano que hizo su sueño realidad. Un altruista que regala sueños.

La Carreta Literaria ¡Leamos! es patrocinada por Postobón, IPCC, RCN Televisión, Concurso Nacional de Belleza, Fundación SM, Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano, Cooperación Española, Fondo de Cultura Económica (FCE)

Por ANÍBAL THERÁN TOM

Martin Roberto Murillo Gómez, un chocoano que pasa del medio siglo, pasa inadvertido, quizás por su andar sigiloso, por su sencillez al vestir o, simplemente, porque es un ser tranquilo al que parece que nada lo asombra. Aunque cuando se le escucha hablar, en contraste, también deja ver que es un hombre fuerte. En mi concepto más que Sansón, no porque su contextura lo delate, sino porque eligió como modo de vida promover la lectura en los niños, jóvenes y viejos, en el tiempo en el que la tecnología y lo audiovisual replegó a los libros.

Acaba de completar 15 años empujando la única carreta cargada de libros que presta a diestra y siniestra en Cartagena, Bolívar y el resto del país. Ese es su modo de vida, provocar la lectura en la gente, sin exigir nada a cambio.

Revela que por un designio desconocido comenzó a leer libros y textos de cualquier tipo con ansias, como si leer se hubiera convertido en una necesidad fisiológica. Por eso decidió prestar libros, una labor de la que ahora vive, gracias a los patrocinios de empresas y entidades.

Un hombre común y corriente

Martín habla sin tapujos. Así es él. Asegura que se quedó soltero por escuchar a su mamá. Ella le repetía: ¡cuidadito!, con tener un hijo por ahí, “recuerda que no eres como tus hermanos que estudiaron”. En efecto: Salomón, es geólogo; Juan Guillermo, profesor de matemáticas (F); Ana Lucía, enfermera; Carmelina, es empleada bancaria y Rosa trabaja en un preescolar.  Advierte que su mamá le recalcaba: “no tienes una entrada fija y si te pones a tener hijos, esa responsabilidad me la tengo que echar encima porque no tienes futuro, y un hijo cuesta”.  Martín hace una pausa en el diálogo, mientras se pasa la mano derecha por sus ojos, como si quisiera espantar las lágrimas que se asoman y continúa: “La separación de mis padres me golpeó mucho, porque a mi mamá le tocó todo. Entonces, no quiero llegar al plano de la irresponsabilidad y por eso me no me casé. Siempre he vivido solo. Pero eso sí, tengo amigas y, en la actualidad, dos novias. Hay un caso que me pasa con una de las muchachas con las que ando, y es que cuando vendía agua, me veían con desdén porque decían: ‘anda ese man vende agua’. Ahora que logré salir adelante, dicen, a veces con asombro, mira ese es el de la Carreta Literaria. Pero hay una sola cosa clara, es que sigo siendo el mismo Martín. Hay una contradicción ahí porque, a pesar de lo que hago, y que he alcanzado a tener cierto reconocimiento, porque soy un hombre útil a la sociedad, a veces pienso, eso sí, sin mortificarme, en que no he tenido hijos. Persiste esa dualidad. Si me muero mañana, sé que no dejaré una carga para nadie, pero logré hacer algo positivo”.

La vida de Martín ha estado llena de vicisitudes, pero, sin embargo, es un hombre común y corriente, espejo de muchas personas que se limitan a soñar, pero no hacen nada por convertir sus sueños realidad.

El andariego

Martín comenzó a conocer el país, sin un peso en los bolsillos, con una mochila al hombro y sin rumbo determinado. Después de caminar por Medellín, en 1988 llegó a Barranquilla y comenzó a deambular por la Calle 72. Allí se rebuscaba haciendo mandados y lavando carros para medio comer, pero esa plata no le alcanzaba para alquilar una pieza. Una noche tiró su famélico cuerpo sobre el frio piso de cemento y, después de varias horas, logró “calentarlo”. Ese es un detalle, dice, que conoce solo aquel que ha dormido en la calle.  Martín logró dormir y soñar con los regaños de su mama, cuando de repente un hombre, alimentado de patraciao, bazuco y quien sabe que otra cosa, lo despertó abruptamente, después de pegarle una fuerte patada en la barriga. Luego le exigió que se levantara de su cama. Martín agarró una botella y se la partió en la frente, causándole una herida profunda. Entonces, se formó un alboroto y llegó la Policía, pero, gracias a Dios, no le pasó nada, y al tipo se lo llevaron para un hospital. Ahí quedó el héroe que hoy promociona lectura en los pueblos de Bolívar, Colombia y el mundo, un poco desconcertado. Recuerda que horas después decidió, no sin antes consultárselo a Dios, partir a Aruba, donde pasó varios años trabajando formalmente en la hotelería.

De vendedor a…

Fue vendedor de tintos, lavador de carros, de arepa rellena y hasta de cahivaches. Llegó a Cartagena en el 2002 esperando una llamada para regresar a Aruba, pero nunca la recibió. Su hogar fue el hotel La Muralla, de la Media Luna. Allí le prestaron $15.000, el capital con el que comenzó a vender agua, bolis y gaseosas por el centro de la ciudad. Así lo fueron conociendo y se ganó el espacio entre los vendedores.

A los pocos días de estar ejerciendo ese oficio, le vendió una botella de agua a un señor, al que atendió como lo enseñó su madre, con amabilidad y respeto. Otro día caluroso el señor lo buscó y, entonces, entablaron un dialogo porque observó que leía “El Hombre Duplicado”, de José Saramago. Entonces, ese comprador, que resultó siendo Jaime Abello Banfi, director de la Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano le preguntó si le gustaba leer, a lo que Martín respondió afirmativamente. Abello prometió regalarle unos libros. Martín recuerda el 27 de mayo de 2003, un día que el sol brilló más en Cartagena, porque a pesar del calor insoportable, a las 12 del medio día, con timidez, se le acercó a Abello Banfi, quien sudaba profusamente, lo saludó y le recordó la promesa que le había hecho meses atrás. Su sorpresa fue mayúscula porque el personaje lo invitó a su oficina. Dice que se sintió en su salsa, pues al entrar un hombre mayor, de pelo blanco, recostado a una pared, extasiado, con una mano en la barbilla, leía un libro, mientras en su rostro se dibujaban gestos de admiración. El enigmático abuelo resultó siendo Jaime García Márquez, el hermano del nobel desaparecido Gabriel García Marquez. A su lado estaba Ricardo Corredor, quien ahora es director de esa maravillosa fundación que creo Gabo. Ellos ayudaron a Martín a iniciar un proceso lector porque quería ver el mundo a través de los libros. Su otro sueño, aún vigente, es ser comentarista de la NBA. Martín cuenta que arrancó su proceso lector y a los dos años, en el 2005, después de las primeras obras de Transcaribe, se dañó de plano la economía informal en el Centro porque las universidades cambiaron de sede y entonces comienza a pensar qué hacer porque debía cambiar de negocio.

Para esos días, estando de visita en la sede de la fundación, Martín conoce a Raymundo Angulo, quien para la época era el director del Teatro Heredia, hoy Adolfo Mejía, y entonces inician un dialogo sobre el general Mac Arthur, militar admirado por su brillantez, estratégica y táctica, y nació una amistad que hoy perdura. Martín reconoce que terminó confundido, debido a que su real interés era leer sobre baloncesto y aprender sobre ese deporte, su gran pasión. Reconoce que el basketball significa para su vida, lo que el béisbol para el fallecido periodista Mike Schmulson.

Nace la carreta

Precisamente, en 2007 gracias a Raymundo Angulo y al Concurso Nacional de Belleza, comienza a promocionar la lectura en su carreta. Ese fue el primer patrocinador, el fundador de su proyecto. Después, se suman: RCN, Postobón y TCC y luego ingresa a un programa hermoso que promocionaba la Cámara de Comercio de Cartagena, denominado: “Cartagena Emprende Cultura”: “Y allí es donde verdaderamente me oriento”.

En sus palabras, el apoyo de la Cámara de Comercio fue preponderante en todo el proceso “porque uno va como el caballo cochero, con los ojos mirando para una sola parte. Eso sí, teniendo muchos objetivos, pero sin dirección. Ahí es donde se da uno cuenta que es importante aprender a estructurar un proyecto porque hay que saber para dónde vamos. Es que uno tiene la costumbre de crear fundaciones y cree que es un negocio común y corriente, así como por ejemplo vender agua, fritos u otra cosa. Pero resulta que hay unos formalismos que uno desconoce, pues ni leyendo uno aprende eso. Resulta que debes capacitarte en administración financiera, en armar proyectos en conocer de marketing. Por eso estoy muy pendiente de la Fórmula Uno y la NBA. Yo digo que la carreta tiene mucho de eso. Hoy tengo un negocio estructurado, una pequeña empresa de la que vivo”.

Hoy y mañana

Martín actualmente promociona lectura en los municipios de Bolívar, con el apoyo de Icultur y de la Gobernación. “En estos últimos años, hemos sido constantes. Con ellos he podido trabajar con autonomía. Eso me ha enseñado a producir más y a entregar valor agregado. Ahora estoy en los manteles de la socialización. Ahora les llevo unas siluetas a los estudiantes jóvenes para que ellos la dibujen, pero deben ponerse de acuerdo en cómo pintarla, pues si no se ponen de acuerdo, no la pintan. Eso los enseña a que todos piensan distinto, pero pueden trabajar en equipo, respetando lo que piensa cada quien. En estos siete años he adquirido experiencia en leer libros ilustrados, que es una faceta de la promoción de lectura que hay que ensayarla mucho. Los jóvenes lo aceptan.  Los estudiantes de Bolívar hacen lo mismo. Cuando ven la carreta siempre llegan, la rodean y desordenan los libros. Eso los atrapa, porque todo empieza como un juego. Ahí es donde aprovecho, me gano su confianza y entonces procedo a conquistarlos para que lean, o me escuchen leer”.

“En la actualidad leo las historias del Concurso Nacional de Cuento y las comparo con los cuentos de Carlos Fuentes, García Márquez, de José Saramago. Así los alumnos se tienen dos puntos de vista distintos, el de un profesional de la escritura, y el de un principiante. Aunque se dan cuenta que ambos tienen gusto, tienen gracia y que son dos historias que fueron contadas, que ambos se enfrentaron a la página en blanco, algo que afronta todo escritor o quién se atreve a escribir”.

Martín Murillo, un hombre que ha recorrido las cinco ferias del libro más importantes de habla hispana. Argentina, Bogotá, México, Medellín y Madrid. Allí ha sido bien recibido porque es el único promotor de lectura que tiene el auspicio de la fundación de un premio nobel. Martín revela que en la semana debe leer al menos dos o tres libros. Actualmente, lee Claraboya, nóvela de José Saramago; que precisamente le ha enseñado a respetar a los demás.

“Escribí un libro que se llama la Carreta que no es Carreta, donde cuento mi historia hasta el 2010. Ahorita tengo tres, uno ilustrado que se llama Me Gusta Leer, uno de marketing cultural en donde hablo de muchos aspectos que uno ignora. Por ejemplo, el trato a los funcionarios públicos. En cuatro años del gobierno de Juan Carlos Gossaín, en la administración de Dumek Turbay y en la actual de Vicente Blel Scaff, puedo decir que no le he salido con groserías a nadie, no importa quien sea, si es secretario o empleado raso. Uno tiene que darse a conocer en el plano humano. Que debe tratar bien a todos. Aspiro en un futuro a crear una red de clubes de lectura en el Sur de este departamento porque la gran falencia es que aunque hay muchas bibliotecas, el mejor lector de Bolívar es el comején porque en muchas partes compran los libros y los colocan en un estante, y ahí se quedan. Además, sucede que el alcalde cada año nombra un bibliotecario que no se interesa porque nadie lea. Construyen bibliotecas hermosas, pero nadie lee porque no promocionan la lectura. La biblioteca debe ser un espacio importante para todos, pero resulta que no, ahora los jóvenes se interesan es por ver vídeos, y por el wi fi, más que por los libros”.

Martín Murillo termina el dialogo con su hablar pausado advirtiendo que ya cuenta con página de internet https://lacarretaliteraria.com/ donde se pueden adquirir productos en la tienda. “Sigo soñando con llegar a todos los rincones de Colombia a promocionar la lectura”.

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