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La política tatuada: José Osorio y la campaña que decidió quedarse en la piel

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En la política de Bolívar, donde abundan los discursos que se borran con el viento y las promesas que cambian de forma según el auditorio, el ex candidato a la alcaldía de Cartagena, José Osorio Galvis, decidió ir más lejos. No firmó un papel ni levantó una valla: se tatuó la campaña.

El candidato a la Cámara marcó su brazo derecho con dos símbolos que hoy resumen su apuesta electoral: la “L” del Partido Liberal y el número 105, el que aparecerá en el tarjetón el próximo 8 de marzo del 2026. El gesto, revelado en un video difundido por sus propias redes sociales, no tardó en incendiar los corrillos políticos del departamento. En cuestión de horas, Osorio dejó de ser solo un nombre en campaña para convertirse en tema de conversación.

Para sus seguidores, el tatuaje es una muestra de convicción, de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Para sus críticos, una jugada arriesgada, casi provocadora, en una contienda donde el simbolismo también juega. Pero más allá de la polémica, el movimiento logró su objetivo: instalar a José Osorio en el centro del debate electoral de Bolívar.

Ni del Pacto ni de la izquierda: una marca política propia

Las críticas, previsibles, llegaron por el flanco ideológico. A Osorio se le sigue señalando como un candidato de izquierda, una etiqueta que su campaña rechaza de plano. Él no se asume como izquierda tradicional, sino como progresista, una diferencia que no es semántica sino estratégica.

En su relato político hay un punto que considera clave y que, según su entorno, muchos prefieren omitir: el Pacto Histórico, aunque asegura que recibió apoyos puntuales de su equipo en distintos momentos, nunca respaldó su candidatura. Por el contrario, a la Alcaldía terminó impulsando su propio aspirante, marcando una línea clara de separación. Osorio y los suyos caminaron por otra orilla.

Por eso, insisten, su voto no es un voto del Pacto. Es un voto construido desde una identidad propia, desde un segmento poblacional que no se mueve por estructuras tradicionales sino por afinidad, por marca, por irreverencia y por una narrativa que conecta con electores cansados de la política convencional.

 La sorpresa liberal y el factor Lidio García

En ese escenario, el tatuaje adquiere una dimensión adicional. No solo es un acto de fe personal, sino una señal clara de alineación política en un momento clave. Osorio juega bajo la bandera liberal y lo hace con el respaldo de una figura de peso: el senador Lidio García.

En los pasillos del poder y en los corrillos políticos de Bolívar se repite una frase con insistencia: con la bendición de García, José Osorio podría dar más de una sorpresa el día de las elecciones. No sería la primera vez que el liberalismo, subestimado en las encuestas y sobreanalizado en los análisis, termine inclinando la balanza.

Osorio parece entender que la política moderna se libra en varios frentes: en el territorio, en las redes, en las alianzas y, ahora, también en la piel. Su tatuaje no garantiza votos, pero sí envía un mensaje poderoso: esta no es una candidatura de paso, ni prestada, ni silenciosa.

En una campaña donde muchos borran y corrigen, José Osorio decidió no poder hacerlo. Se tatuó la apuesta. Y en política, cuando alguien decide no tener marcha atrás, el sistema —quiera o no— tiene que mirarlo dos veces.

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