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Sombras de la noche y sus excesos, retrato de la Cartagena nocturna

Foto Efraín Yaber Díaz (cortesía)


En el oscuro y vibrante corazón de Cartagena, las noches destapan un mundo paralelo, donde los sueños de algunos se mezclan con las penurias de otros. Bajo la luna y las sombras de las murallas, el Centro de Convenciones y el Muelle de La Bodeguita se convierten en lechos improvisados para muchas almas errantes, entregadas al abrazo de Morfeo sin pedir permiso.

Entre ellos, emerge el hombre del pantaloncillo azul, una figura desgastada por los excesos de una vida sin límites. En un arranque de desesperación y desafío, profana el espacio frente al despacho del alcalde, William Dau, marcando su presencia con los rastros de su propia existencia.

El interrogante flota en el aire, como un eco en la noche caribeña: ¿Qué destino les depara a estos desamparados, y qué papel juega el Distrito en su historia? Las calles despiertan con el alba, y la ciudad revela su verdadero rostro. Las prostitutas abandonan el Centro, mientras conjuntos vallenatos serenan las últimas horas de la madrugada en el Camellón de los Mártires ofreciendo canciones del gran Diomedez Díaz.

En medio de esta sinfonía urbana, los efectos de la droga se manifiestan en gestos vacíos y miradas perdidas, convirtiendo a algunos en sombras errantes. En ese rincón olvidado, el poder de la autoridad se desvanece, dejando el Centro Histórico, otrora ‘joya de la corona’, entregado a su suerte.

Hubo un tiempo en que la Secretaría de Participación Ciudadana del Distrito extendía su mano a estos desposeídos, pero ahora la ciudad parece haber perdido su rumbo. En esta historia de una noche sin fin, las vidas se entrelazan en el telar de la Cartagena nocturna, tejiendo un tapiz de contrastes y desafíos que aguardan ser descifrados, mientras los jíbaros emergen de la Torre del Reloj rumbo a sus aposentos con los bolsillos llenos por la ganancia que deja la venta del polvo mágico: blanco y rosado.

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