Cartagena acaba de cerrar unas Fiestas de Independencia que quedarán en la memoria colectiva como uno de los capítulos más luminosos de los últimos años. No solo por la magnitud de los eventos, sino porque el pueblo —ese protagonista indiscutible de nuestra historia— volvió a ocupar el lugar que le pertenece: el centro de todo.
El Bando de la Independencia fue la primera gran demostración de ello. Más de 50.000 artistas de Cartagena, de la región Caribe y de distintos rincones del país desfilaron con una fuerza creativa que estremeció la ciudad. Fue un homenaje vivo a nuestra identidad, un río de color y tambor que recordó por qué Cartagena es cuna, raíz y bandera.
El Festival Náutico, que ya puede decirse sin exageración que “llegó para quedarse”, se consolidó como una vitrina internacional que proyecta a la ciudad hacia el mundo. Figuras de talla global como Marc Anthony, Carlos Vives, Maluma, Rikarena y otros, junto a artistas locales, llenaron de música la bahía y confirmaron que Cartagena no solo se contempla desde el mar: ahora también se celebra desde él.
El Bololó del Arsenal, entrañable y popular, reafirmó su esencia: un evento gratuito, espontáneo, vibrante, donde la ciudad baila sin distancias sociales. Allí también estuvo presente la alegría de un pueblo que sabe celebrar con responsabilidad y respeto. Y lo mismo ocurrió en el Cabildo de Getsemaní, el Reinado de la Independencia y cada uno de los escenarios que hicieron parte de estas fiestas, todos con un comportamiento ejemplar por parte de la ciudadanía.
Esta fiesta impecable tampoco fue casualidad. Fue el resultado de una coordinación seria y comprometida entre la Policía Metropolitana, Corpoturismo, el IPCC, el Cuerpo de Bomberos, el equipo de la Secretaría del Interior —liderado por Bruno Hernández— y todas las dependencias del Distrito. Un engranaje institucional que funcionó con precisión.
En el centro de ese engranaje estuvo el alcalde Dumek Turbay, a quien hay que reconocerle su presencia, su liderazgo y su manera de ejercer el poder: cercano, activo, caminando con la gente, bailando con la gente, contagiándose y contagiando. Dumek Turbay no solo acompañó las fiestas; las timoneó. Fue el piloto que mantuvo el rumbo firme, que supo leer la ciudad, anticiparse, coordinar y conducir. Un alcalde que, en medio de fiestas tan multitudinarias, logró lo que parecía imposible: orden, seguridad, alegría y cero hechos lamentables.
Por eso hoy Cartagena puede decir, sin titubeos, que volvió a brillar. Que se consolida como el epicentro del turismo en Colombia, una ciudad capaz de organizar eventos masivos y gratuitos con altura, convivencia y belleza. Que tiene liderazgo, que tiene norte y que tiene rumbo.
Anoche, en la coronación del Reinado de la Independencia, Cartagena cerró con broche de oro unas fiestas que dignifican nuestra historia y nos proyectan al futuro. Y en ese cierre quedó claro algo que vale la pena repetir:
Cartagena va bien.
Cartagena va en buen rumbo.
Porque Cartagena tiene piloto.
Y hoy ese piloto se llama Dumek Turbay.
