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“Yo no soy invisible”: la historia de Álvaro, reciclador en Bocagrande que le habla al alma de Cartagena

Empuja una carreta como quien empuja la vida misma: con esfuerzo, con dignidad, con la esperanza intacta. Se llama Álvaro Alberto Bedoya y tiene 64 años. Es reciclador y trabaja todos los días en Bocagrande, donde recoge lo que la ciudad desecha. Su oficio no es solo una lucha diaria por sobrevivir, es también un acto de amor por el medio ambiente y por una sociedad que aún lo mira con desdén.

A Álvaro la sonrisa le nace fácil, aunque detrás de ella haya una historia dura. “A veces frunzo el ceño, pero no por rabia —dice—, sino por respeto a lo que he vivido”. No tiene casa. Cada día busca dónde dormir, dónde bañarse, dónde ser tratado como un ser humano. A veces descansa cerca al Hospital de Bocagrande, otras veces se asea por los alrededores del mercado de Bazurto, donde también vende lo que recicla: cartón, latas, plásticos.

“No tengo ayuda del gobierno. No recibo ningún subsidio. A veces me gano 50 o 60 mil pesos para comer. Vivo de lo que otros tiran, pero con eso yo no solo sobrevivo: yo ayudo al planeta”, dice con la fe de quien ha decidido no dejarse vencer.

Álvaro no tiene hijos. No cayó en las drogas. Dejó el cigarrillo gracias —como él dice— al Señor Jesucristo. Habla de Dios con el mismo fervor con el que habla del reciclaje. “El Bronx me dolió en el alma, ver cómo la droga ha destruido a la humanidad. Quienes la venden no aman al prójimo, lo destruyen”.

Su llegada a Cartagena, hace cuatro meses, fue un salto en busca de una nueva oportunidad. Aquí encontró calles, soles, indiferencias y también la chispa de solidaridad en algunos rostros. Pero insiste: no quiere caridad, quiere respeto y reconocimiento. “No somos ladrones, somos honrados. Necesitamos que la gente clasifique la basura, que nos apoye y nos mire con dignidad”.

Y en medio de su testimonio sencillo pero contundente, Álvaro hace un llamado claro: “Le pido al presidente Petro que apoye a los recicladores del país, y al alcalde Dumek Turbay que piense en nosotros. Que nos ayude a tener un lugar donde podamos estar los recicladores y habitantes de calle. Todos somos seres humanos. Algunos han caído en la pestilencia de la droga, pero aún así merecen compasión”.

Álvaro sigue empujando su carreta por Bocagrande. Bajo el sol, entre ruidos de carros y turistas, va recogiendo pedazos de una ciudad que muchas veces olvida que también él, con su oficio, está cuidando de ella.

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