Hace unos meses hice parte de la organización de un evento en el que participaron un grupo considerable de personas, entre meseros, camareras y en general un equipo logístico bastante completo. El evento estaba programado para las 3 pm y el montaje del mismo debía empezar desde muy temprano, justamente un temido “viernes sin moto”. Todo, sin excepción, se retrasó… nadie estuvo a tiempo y la razón colectiva fue, jefa: “Hoy es viernes sin moto”. Y obvio, me tocaba entender ¿por qué me lo decían con tanta naturalidad?, que en realidad me quedé sin palabras.
Un viernes sin moto en Cartagena se ha convertido en sinónimo de trancones, retrasos y en un caos general. Y es que las mototaxis llegaron para evidenciar la escasez de un buen servicio de transporte en Cartagena, un servicio que a pesar de ser ilegal se ha convertido en una gran necesidad. Nada más confuso que una hora pico en cualquier parte de la ciudad un viernes sin moto, es casi como una sentencia que invita a la resignación y a entender que ese día no lograrás llegar a tiempo a nada si no sales por lo menos una hora antes porque Transcaribe, taxis o buses urbanos no dan abasto.
Esta situación debe generar una acción contundente y perentoria por parte de la administración distrital. Las mototaxis ya hacen parte de nuestra cotidianidad, de la cultura informal y desordenada que nos caracteriza y es momento de legalizarlos y hacerlos consientes del privilegio que constituye hacer parte de una solución en materia de transporte público en Cartagena. Los usuarios de este servicio dependen de ellos para llegar a sus compromisos diarios y ya eso constituye un fenómeno social digno de ser atendido.