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La inquietante transformación de Cartagena, joya turística de Colombia, ha alcanzado un preocupante hito al convertirse en un destino turístico sexual.
Las redes sociales se agitan con un perturbador video que muestra a dos individuos entregándose a relaciones íntimas sin tapujos, mientras una docena de testigos del mismo sexo celebra, a bordo de una embarcación rumbo, según el portal informativo Cartagena Caliente, a la paradisíaca Playa Blanca.
Este desafortunado episodio expone la decadencia de la conducta turística, donde la imprudencia de los viajeros, quienes alquilaron la lancha, llevados por el desenfreno, desafían los límites del respeto y la responsabilidad al optar por relaciones sexuales sin protección. Mientras la mayoría de turistas observa atónita, una minoría celebra estos actos irresponsables.
La magnitud de esta situación plantea un desafío monumental para Dumek Turbay, alcalde de Cartagena. Su responsabilidad es ahora doble: preservar la integridad y reputación de Cartagena como destino turístico de clase mundial, y, al mismo tiempo, redefinir las políticas y prácticas para promover un turismo responsable y respetuoso.
El llamado a la acción es imperativo. Turbay se encuentra en una posición crucial para implementar medidas contundentes que desalienten comportamientos inapropiados y refuercen la ética turística. Este incidente debe servir como catalizador para la creación de políticas más estrictas y la promoción de la conciencia entre los visitantes sobre la importancia de respetar la cultura y el entorno en el que se sumergen.
En última instancia, la trascendencia de Cartagena como destino turístico de excelencia depende de la capacidad de sus líderes para abordar estos desafíos con firmeza y sabiduría, garantizando que la belleza de la ciudad se preserve no solo en sus paisajes, sino también en la conducta de quienes la visitan.