Mildre Cartagena, ama de casa y cronista de la cotidianidad costeña, nos regala un espejo en el que nos reconocemos todos los que habitamos esta esquina del Caribe. Su puesta en escena, Así somos en la Costa, que se estrenó esta noche en el teatro Adolfo Mejía, no es solo un espectáculo; es una celebración del ser costeño, una invitación a reírnos de lo que somos, de lo que fuimos y de lo que, quizás, nunca dejaremos de ser.
Al verla, uno no puede evitar sentir que está desandando los días, volviendo a las calles polvorientas, a las risas de barrio, a los relatos que nos moldearon. Mildre nos lleva por un recorrido lleno de nostalgia, humor y verdad. Sus personajes saben a Cartagena, Barranquilla, Sincelejo, Sabta Marta, Montería y Valledupar; tienen los rostros de los amigos, los vecinos y, por qué no, los de nuestra propia familia.
En su primer acto, revive con gracia un momento que muchos hemos vivido: el emblemático grado de José Antonio, con su inseparable ensalada de papa, arroz con pollo y las gaseosas más baratas del mercado. Allí aparece el típico bacán de esquina, el exmarido y padre del graduado, recordándonos la vida de muchas madres que, como Mildre, han sacado adelante a sus hijos mientras cargan con las historias más pintorescas de la paternidad ausente. Cada detalle, desde las galletas Rondallas hasta los diálogos cargados de humor y verdad, nos transporta a ese rincón del Caribe donde la alegría siempre se cuela, incluso en las situaciones más inverosímiles.
El segundo acto es una joya que mezcla lo trágico y lo cómico: el sepelio de Alirio, un músico cuyo velorio se convierte en una escena digna de realismo mágico. Mildre, en su papel de plañidera barata, nos regala carcajadas mientras homenajea la idiosincrasia de despedir a los nuestros con más show que solemnidad. En la costa, hasta el llanto es un arte que requiere sus propios códigos y tonos.
Pero quizá lo más hilarante y entrañable llega con el relato del viaje a Acapulco. Ahí está la esencia de algunos costeños que, aunque no tengan cómo, quieren aparentar. Su hijo relata cómo su Mildre insiste en llevar encargos imposibles: un ñame de varios kilos, litros de suero costeño y otros detalles que cualquier viajero del Caribe reconocerá al instante. Es el viaje como metáfora de la vida: la lucha por sostener las raíces, incluso cuando el mundo moderno parece decirte que dejes atrás los sabores de casa.
Así somos en la Costa no es solo un espectáculo de comedia; es un homenaje a nuestra forma de ser. Mildre Cartagena ha logrado capturar en sketches, teatro musical y stand-up comedy la esencia del Caribe colombiano, un lugar donde el humor es resistencia, el baile es una forma de vida y el contar historias es tanto un arte como una necesidad.
Al cierre del show, conmovida por la respuesta del público, Mildre mostró su humildad característica y agradeció a la administración de Dumek Turbay por su apoyo en la realización del espectáculo.
Verla en escena es sentirse en casa, aunque estés a kilómetros de ella. Es volver al barrio, al patio de tierra, al ruido alegre de una casa llena. Mildre no es solo comediante; es cronista de nuestra alma costeña. Y su mensaje es claro: no importa lo lejos que vayamos, siempre llevaremos en el corazón a esa costa que nos enseñó a vivir con alegría incluso en medio de las dificultades.
Así somos en la costa: heroicos en la risa, poetas en lo cotidiano y protagonistas de historias que merecen contarse una y otra vez. Buena esa Mildre Cartagena.