Quienes hemos tenido la oportunidad de vivir e interpretar la realidad de Cartagena, seguramente podemos acomodar pensamientos literarios de Gabriel García Márquez en sus Cien Años de Soledad o de Agatha Christie en su obra Entonces no había ninguno, o la fantasiosa obra del novelista George R. R. Martin, que aunque inimaginable, pero real desde muchas ópticas, escribe El caballero de los Siete Reinos, que en la trazabilidad de sus gobernantes algo puedo asimilar a muchos de los nuestros.
Cartagena, Joya del Caribe, no en vano se le conoce como La Heroica, por sus hazañas, virtudes y tolerancia a los imperios.
La joya del Caribe descrita en su partida de bautizo como KALAMARY, fue rebautizada por Rodrigo de Bastidas en 1533 como “Cartagena”. Su posición estratégica para el ingreso de esclavos para Latinoamérica y las inmensas riquezas que poseían eran trasladadas a España, y fueron olfateadas por piratas ingleses y franceses que asaltaron la ciudad para saquearla. Esto llevó a los colonizadores a construir, 81 años después de su descubrimiento en el año 1614, murallas con diseños estratégicos que permitieran defenderse de los ataques de la piratería (inglesa y francesa), que se acercaban para llevarse gran cantidad de oro que acaparaban y guardaban los españoles, producto del despojo a KALAMARY.
Cartagena, un inmenso panal amurallado que permitió guardar la miel de las riquezas y destruir con sus aguijones bélicos naves inglesas y francesas que llegaron a ocupar por días nuestro territorio. Permitió la llegada de inmigrantes que se desempeñaron en Cartagena como militares, la mayoría andaluces como ya dijimos, funcionarios, y el comercio que estaba controlado por los peninsulares y, después de la independencia, por europeos.
Hoy, en su cumpleaños, debemos repasar la historia hasta nuestros días y construir murallas y garitas dentro de nuestro corazón y consciencia que nos permitan repeler el interés, la envidia, el chisme, la desinformación, y evitar en lo político, económico y social, sociedades de las cuales Cneo Pompeyo Magno, Cayo Julio César y Marco Licinio Craso nos dieron la mejor enseñanza de triunfo y fracaso.
Nosotros, los ciudadanos, tenemos que despojarnos de los cobros de cuentas por odios personales, perdonar, acompañar e impulsar, no importa si tus intereses no han sido cumplidos, porque primero está el futuro de nuestras generaciones que la comodidad de un accionar. Lo político será político y, si se están haciendo obras, no se debe frenar el desarrollo de la ciudad. Lo mejor para regalar a Cartagena se centra en un acto de contrición y un propósito de enmienda.