Hoy celebramos el cumpleaños 490 de Cartagena de Indias, una ciudad que, en estos tiempos difíciles, se encuentra sumida en la desesperanza porque no tiene norte y es gobernada por un “tirano” que se cree papá de todos sus habitantes. Sin embargo, a pesar de los desafíos que enfrentamos, es importante recordar su riqueza, historia y el potencial turístico indiscutible que posee nuestra noble e ínclita ciudad.
A lo largo de los siglos, Cartagena ha sido testigo de momentos trascendentales, desde su fundación como puerto estratégico hasta su papel clave durante la época colonial y la independencia de Colombia. Sin dudas, es un lugar lleno de encanto, con su arquitectura colonial, sus calles empedradas y su vibrante cultura.
Sin embargo, no podemos ignorar las dificultades que enfrenta actualmente la Cartagena amurallada y la que está más allá de estas. La desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades han llevado a muchos cartageneros a sentir desesperanza y frustración, de acuerdo con los resultados de la encuesta de percepción ciudadana Cartagena Cómo Vamos. La violencia y la delincuencia también han dejado en el último cuatrienio una marca en la ciudad dirigida por William Dau Chamat, un maltratador consumado, lengua larga y grosero, que lo único que sabe hacer es deslegitimar al prójimo a punta de chismes. Dau es hombre llevado de su parecer que ha demostrado no saber gobernar, y que ha enterrado a la ciudad por su terquedad y su desconfianza. Dau es, además, un mitómano que no ha cumplido sus promesas de campaña de invertir miles de millones en los barrios. Sin embargo, le quedan sus últimos siete meses para reivindicarse y demostrar que puede comportarse con decoro y parecer un gobernante de verdad, dejando atras la ramplonería.
Y es que el paso de los piratas Morgan, Hawking, Drake y el francés De Pointis devastó a la ciudad en varias ocasiones, pero siempre se reinventaba. En realidad no solo fueron piratas, como Drake en 1586, sino también otros invasores que, en el curso de las disputas por el predominio mundial sobre el Caribe, se vinieron sobre Cartagena, como el ataque y devastación del Baron de Pointis, que en 1697 y en nombre de la corona francesa, saqueó a Cartagena y la dejó arruinada; pero también el descomunal intento de Sir Edward Vernon que en 1741 y en nombre de la corona inglesa se lanzó sobre Cartagena con la fuerza naval más grande hasta entonces conocida: 23.600 hombres y 186 embarcaciones frente a los 5.000 defensores y 6 embarcaciones que tenía la ciudad, pero que de manera increíble lograron ganarle a los ingleses y de allí salió la figura de Blas de Lezo como el gran defensor de Cartagena.
Hubo, por supuesto, otros intentos durante los siglos de la Colonia y aún en nuestra vida republicana, pero esos tres son los de mayor impacto sobre la política internacional. Sin embargo, no podemos dejar de lado el pésimo gobierno del veedor William Dau que, quizá, por la falta de criterio y el temor de invertir el presupuesto de la ciudad, ha hecho más daño que todos los pillos que atacaron a la ciudad en el pasado.
Sin embargo, Cartagena ha demostrado una capacidad única para resistir y reinventarse. Su gente es valiente y resiliente, luchando día a día para construir un futuro mejor. Organizaciones locales, líderes comunitarios y ciudadanos comprometidos trabajan incansablemente para generar cambios positivos en sus vecindarios y en la vida de las personas.
En este cumpleaños es momento de reflexionar sobre lo que podemos hacer como sociedad para impulsar el renacimiento de Cartagena. Es necesario unirnos en un esfuerzo conjunto para combatir la desigualdad, mejorar la educación, fomentar el emprendimiento y promover la participación ciudadana.
Esperemos que este aniversario sea un punto de inflexión, un llamado a la acción para todos los habitantes de Cartagena. No perdamos la esperanza, pues la historia de esta ciudad nos ha enseñado que la resiliencia y la determinación pueden superar cualquier obstáculo.
Celebremos el cumpleaños de Cartagena de Indias reconociendo su pasado, pero también comprometiéndonos a trabajar juntos por un futuro más prometedor. La desesperanza no tiene cabida en esta ciudad que posee un potencial inmenso. Con esfuerzo, solidaridad y perseverancia, Cartagena puede convertirse en un faro de esperanza y prosperidad para todos sus habitantes.