“El que a hierro mata, a hierro muere.”En Cartagena, ese dicho a veces parece dormido, pero siempre despierta.
A las cinco y treinta de la tarde del pasado domingo, cuando el sol aún abrasaba las calles del sur de la ciudad, un estruendo metálico retumbó en el barrio La Concepción. No fue solo el eco de una puerta forzada ni el grito ahogado del comerciante que vio su tienda asaltada. Fue el sonido de la tragedia andando sobre dos ruedas: una motocicleta que huía con prisa, cargada de miedo, de violencia y de destino.
Sobre ella, alias El Luisma, apenas 20 años, con un pasado ya sellado por la justicia y un presente amarrado —literalmente— a su tobillo, con un brazalete electrónico que debía recordarle que no podía salir de casa. Pero el brazalete no pensó más rápido que el instinto. El Luisma salió. Armado. Hambriento. Y no iba solo.
Según el reporte de la Policía Metropolitana, el joven, junto a otro cómplice, asaltó un establecimiento comercial y emprendió la huida como se suele huir en las ciudades donde la violencia es cotidiana: sin mirar atrás. Pero no se fue sin dejar huellas imborrables. En su desesperado escape arrolló a dos mujeres: una niña de 11 años, que hoy se recupera en un hospital, y una adulta mayor de 71, cuya vida se apagó horas después en un centro asistencial. Nadie la esperaba, pero todos la lloraron.
Fue entonces cuando la ciudad respondió. El CAI de San José de los Campanos activó un plan candado. La comunidad, que lo conocía, que ya estaba cansada, lo señaló. Y él cayó. Brazalete al tobillo, arma artesanal en mano, un cartucho calibre 9 mm y un celular como botín. El Luisma, que ya tenía antecedentes por porte ilegal de armas, había incumplido su medida de aseguramiento domiciliario. La ley lo había perdonado una vez. Esta vez, no.
Ahora enfrenta cargos por hurto calificado, porte ilegal de armas, homicidio culposo y fuga de presos. La Fiscalía ya lo tiene en su lista. Las audiencias preliminares serán su próximo escenario. Y aunque el otro implicado sigue prófugo, las autoridades no cesan en su búsqueda.
Mientras tanto, en la ciudad que intenta levantarse cada mañana con más esperanza que miedo, el comandante de la Policía, brigadier general Gelver Yecid Peña Araque, recordó algo esencial:
“La solidaridad ciudadana es fundamental. Invitamos a seguir aportando información que permita identificar y capturar a quienes atentan contra la seguridad de los cartageneros.”
En lo corrido del año, ya van 473 capturas por hurto y 375 armas de fuego incautadas. Pero cada cifra tiene nombre, rostro y consecuencia. Como la señora de 71 años que no llegó a su casa. Como el niño que verá a su madre llorar sin entender por qué. Como El Luisma, que creyó que podía burlar la justicia una vez más. Y no.
“El que a hierro mata, a hierro muere.”
Y en esta ciudad, tarde o temprano, el eco de la ley llega al corazón de los pasos equivocados.