En los Montes de María, donde el bosque seco tropical aún resiste al paso de los años y las amenazas humanas, 21 familias campesinas han hecho una apuesta valiente por la vida. Su compromiso: conservar 213 hectáreas de ecosistemas estratégicos en los municipios de San Juan Nepomuceno y San Jacinto. A cambio, recibirán pagos mensuales por servicios ambientales, reconociendo su rol como verdaderos guardianes del territorio.
Este esfuerzo hace parte del convenio 140 entre Cardique y la organización Masbosques, en el marco del programa nacional Banco2, un esquema que transforma la conservación ambiental en una actividad reconocida, sostenible y con impacto social.
“Este programa no solo fortalece la economía de nuestras comunidades rurales, sino que les da un lugar central como actores clave en la protección ambiental. Conservar ya no es un sacrificio solitario: ahora es una causa colectiva respaldada por el Estado y la sociedad”, expresó Ángelo Bacci Hernández, director general de Cardique, durante el evento de firma de los acuerdos de conservación.
Del monte al aula: historias de transformación
Uno de los beneficiarios es Fernando Vásquez, propietario del predio El Rosario, en la vereda Botijuela, quien celebra que la labor de su familia —cinco generaciones cuidando el mismo territorio— hoy sea reconocida:
“Durante décadas conservamos por convicción. Ahora, gracias a este programa, podemos mostrarle a nuestros hijos y nietos que cuidar la naturaleza también puede mejorar nuestra calidad de vida.”
El esquema incluye un pago mensual de $730.000 pesos hasta diciembre de 2025 por conservar dos hectáreas de bosque seco tropical en sus predios, y compromisos claros: no talar, no cazar, proteger las fuentes hídricas y mantener prácticas sostenibles en sus fincas.
Armando Herrera Arrieta, de la vereda Salto Seco, San Juan, fue por años cazador y talador. Hoy es parte de la Guardia Ambiental y ha convertido su finca en un refugio de biodiversidad:
“Antes trabajábamos del monte, ahora lo protegemos. Con este proyecto entendimos que conservar también es un camino digno. Yo mismo hice un mirador para llevar a los niños de la escuela a ver la riqueza que tenemos y enseñarles a cuidarla.”
Un modelo que se fortalece
Desde Masbosques, Edwar Andrés Ospina resalta el valor social de este tipo de alianzas:
“No solo estamos pagando por conservar, estamos creando cultura ambiental. Estas familias son nuestros guardabosques locales y actores fundamentales para mantener vivos los corredores biológicos del Caribe.”
El proyecto no se limita a la entrega de recursos. También hubo un proceso técnico de caracterización ambiental, jurídica y socioeconómica, asegurando que los beneficiarios realmente tengan vocación de conservación y que los predios cumplan criterios ecológicos clave.
El origen del proceso se remonta al año 2020, como lo recordó Hernán Peláez, profesional de Cardique:
“Esto comenzó hace cinco años, con Másbosques, pensando en proteger fauna y flora únicas que están en riesgo por la presión humana. Ver hoy a estas familias firmando acuerdos de conservación nos llena de esperanza.”
El propósito ahora es expandir. Cardique y Masbosques proyectan llevar este modelo a más municipios de la jurisdicción. Porque si algo ha quedado claro, es que conservar sí paga. No solo en ingresos, sino en bienestar, esperanza y legado.