Este reportaje, escrito en 2017 y publicado hoy, capturó un momento específico en la historia de MutualserEPS, que recientemente celebró sus 30 años de existencia. Es importante señalar que, desde entonces, muchos de los protagonistas mencionados ya no ocupan los mismos cargos, mientras que otros han transitado hacia diferentes roles y espacios. Sin embargo, el contenido refleja fielmente la realidad de la empresa en ese periodo, ofreciendo una perspectiva valiosa de su evolución.
Los fundadores de Mutualser EPS escucharon expectantes y con esmerada atención, por varios meses de 1994 y 1995, a los miembros de Corpadec y Fudesco, entidades que brindaron las capacitaciones para que conocieran todo lo referente al marco legaldel Régimen Subsidiado de Salud. En otras palabras,los requisitos para administrar la salud de los pobres.
Este puñado de hombres y mujeres se encarretó con el proyecto, que era visto como una salvación para los más necesitados. Era una especie de rebelión de pueblerinos, hijos de labriegos en su mayoría,cansados de ver morir a su prójimo a causa de cualquier enfermedad porque en ese entonces los pobres no tenían acceso a la salud, sólo que fuera de caridad y para ello debían obtener el visto bueno del político mandamás que tuviera ‘la sartén por el mango’. Se hastiaron de escuchar las historias tristes de Pedro o Juan, quienes no aguantaron ser trasladados en hamacas o en burros desde los Montes de María a El Carmen, San Jacinto, San Juan, o cualquier otro poblado de la región a la urgencias de los entonces precarios hospitales y murieron sin recibir siquiera primeros auxilios.
Para esa época, los habitantes de los Montes de María vivían en medio de una guerra fratricida, por lo que los fundadores de la Mutualser, no sólo enfrentaron el hambre que los acosaba de día y de noche, sino otros obstáculos. Como por ejemplo: retenes de la guerrilla, donde eran obligados a detener su marcha por varias horas, mientras eran testigos de la quema de tractomulas e incluso, secuestros y hasta ejecuciones. Por esa razón, el miedo llegaba a confundirlos, al punto de querer desistir de su empeño porque para reunirse y seguir construyendo la empresa todos debían viajar desde sus municipios hasta El Carmen con frecuencia y muchas veces no tenían los $1.000 que costaba el pasaje. Pero sacaban fuerzas para vencer la desigualdad reinante en los Montes de María. Entre ellos se daban ánimos hasta que su espíritu se fortaleció para seguir en la brega y luchar para alcanzar el éxito. Quien más animaba al grupo era Héctor Rivas Fontalvo, un reinsertado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), de carácter recio y con visión de futuro que se convirtió en el más grande impulsor de la empresa que cambió la historia de los Montes de María y durante más de 30 años ha permitido el acceso gratuito a la salud a miles de personas en todo el territorio nacional.
Todos los fundadores de Mutualser tienen algo en común: son provincianos con deseos de superación, paridos de las entrañas de los Montes de María (El Guamo, San Juan, San Jacinto, El Carmen de Bolívar, Zambrano y Córdoba, de Bolívar; y Coloso, Ovejas y Chalán, de Sucre). Esa subregión tan rica para la agricultura y la ganadería, pero tan vulnerable para la guerra.
Amaury Guzmán Sánchez, quien hoy preside la junta directiva de Mutualser nació en Ovejas, pero se crió en Bongal, una vereda de Zambrano. Era profesor de primaria cuando iniciaron la creación de los grupos comunitarios de salud, base del proceso de creación de la empresa solidaria. Este hombre que renunció al magisterio, cuando la situación de seguridad empeoró en la zona, para dedicarse de lleno a trabajar en el sostenimiento de Mutualser, hoy es contador y abogado, especialista en derecho administrativo. Confiesa que todo lo que ha logrado en la vida se lo debe a Mutualser, que más que una compañía, es una universidad donde se aprende de todo. El éxito de esta empresa se debe a la esmerada atención que presta a sus usuarios. Advierte que todo gira alrededor del usuario, de su bienestar y que reciba el tratamiento requerido, sin importar cuánto cueste.
Irina Meza, también asociada de El Carmen de Bolívar y miembro de junta directiva, recuerda que fue arduo el trabajo para cumplir con los lineamientos que exigía el Gobierno para crear la empresa. Solamente en El Carmen de Bolívar debieron recorrer, caminando, a lomo de mulo y pocas veces en los viejos jeep willys,que sirven de transporte en la agreste zona rural, los 19 corregimientos y las 109 veredas. En esos periplospudieron observar cómo vivían y cómo morían los campesinos de cualquier enfermedad, simplemente,porque no tenían acceso a la salud. Conocer la región e identificar los problemas de salud más comunes fortalecieron la creación de la empresa. En esas reuniones sensibilizaban a los labriegos sobre el nuevo modelo de salud que daría un vuelco con la creación de las Administradoras del Régimen Subsidiado (ARS). Irina, como sus demás compañeros, se emociona cuando recuerda la época de lucha para crear la empresa.
Los asociados de la Mutual Montes de María aportaron $1.000 para su creación. En 1996, cuando arrancó en firme el proceso recibieron un carné verde, con lo que el núcleo familiar podía acceder a los servicios de salud. Ya no tenían que ir a buscar la orden de ningún político para que los atendieran. Irina hace una pausa, se pone la mano en la barbilla. Se queda pensativa y dos lágrimas bajan por sus mejillas cuando con la voz quebrada esboza que a Mutualser le debe todo. Había sido docente sin terminar el bachillerato y cuando entró a la empresa pudo validar la secundaria y empezó una carrera técnica de Contabilidad y Finanzas, pero en el año 2015 se graduó de Administradora de Servicios de la Salud. Irina señala que se ha ganado el reconocimiento social en su pueblo y el respeto de la gente. Su deseo es contribuirle a los usuarios, que se sientan satisfechos con la empresa. En medio de la emoción que le produce hablar de Mutualser manifiesta que vive agradecida con Dios por haber permitido que a esta región llegara una empresa que le cambió la vida a la gente porque ha trascendido ante los usuarios. Ha llevado programas de desarrollo, proyectos de empleo a la gente, generando sentido de pertenencia. Culmina diciendo que Mutualser ha sido una empresa exitosa porque se ha mantenido alejada de la corrupción.
Otro a quien le es difícil ocultar el orgullo cuando habla de Mutualser, es el sanjacintero Miguel Alberto Anaya Barreto, miembro de junta directiva, quien advierte que la empresa tuvo varios inicios en los Montes de María. En San Jacinto fueron capacitados los líderes de las Juntas de Acción Comunal para que hicieran parte de la empresa. Recalca que Mutualser ha dividido la historia de los Montemarianos en dos, primero porque la salud era solo para los pudientes, los privilegiados. Confiesa que se metió de lleno a crear la empresa sin saber dónde iba a terminar el proceso. Cuando inició Mutualser, en San Jacinto, había 390 grupos familiares y cada grupo lo integraban 20 familias. En ese momento se hacían visitas extramurales, es decir el cuerpo médico llegaba a la zona rural. Eso revolucionó la región porque por primera vez los más pobres tenían acceso a los servicios de salud, con medicinas y totalmente gratis. Mutualser, en sus palabras, ha mostrado un mejoramiento continuo porque primero es la vida del paciente. Hoy día, advierte, es mínimo el porcentaje de inconformidad. Algunos usuarios terminan molestos porque algunas IPS públicas o privadas no prestan un buen servicio.
Es cierto que cada uno de los creadores de Mutualser, tiene una historia diferente que contar. Álvaro Díaz Yepez, miembro de Junta directiva de Mutualser, dice que San Juan fue el último municipio donde arrancó la prestación de los servicios a la población porque el alcalde de la época se gastó los recursos y luego de librar una batalla jurídica, casi 8 meses después, se dio inicio al modelo de prestación de servicios de la empresa, revolucionando la atención en salud y brindando satisfacciones a los habitantes de la región.
Este hombre, satisfecho con lo que Dios le ha dado, y que a todo le encuentra gracia: Recuerda que una tarde viniendo de El Carmen de Bolívar, de una de las reuniones en el proceso de creación de la EPS en una zona conocida como Bajo de Oso cayó en un retén de la guerrilla. Venía acompañado de Miguel Anaya, quien muerto del susto, comenzó a hablar más de la cuenta y fue hasta donde los guerrilleros y les entregó un teléfono celular, que solo tenían los miembros de junta y muy pocos mortales para esos tiempos. Cuenta que una guerrillera con voz de mando dijo a todos los que estaban retenidos que el que hablara o intentara correr era hombre muerto. Más nadie habló, pero su compañero abría los ojos más de lo normal, como queriendo expresar su miedo, hasta que una hora después dejaron ir a algunos. Esa anécdota y muchas otras marcaron la vida de estas personas durante el proceso de creación de la EPS.
Álvaro Díaz Yepez dice que Mutualser ha sido blanco de todo tipo de ataques, pero los más fuertes han sido chismes de algunos inconformes que han hecho daño a la entidad. Por ejemplo, comenta que en una oportunidad miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) llegaron a su casa a preguntarle cómo funcionaba la entidad y que si era cierto que eso era un negocio que beneficiaba a unos pocos. Asustado, le tocó explicar en detalle que solo administraban la salud para que los más necesitados tuvieran oportunidad de ser atendidos con la dignidad de los opulentes. Dice que gracias a Dios, todo fue solucionado con la explicación porque los “paracos”terminaron dándose cuenta que la satisfacción de los usuarios era la constante y más nunca lo molestaron.
Cesar Ballestas, es otro de los miembros de junta directiva que llegó a Mutualser durante el proceso de transición de Cooemsosatur, una cooperativa que también administraba la salud subsidiada en Turbaco, cuenta que el centro de atención es el usuario. Manifiesta sentirse orgulloso de hacer parte de Mutualser porque le ha permitido crecer como persona y porque beneficia a miles de colombianos. Este turbaquero de pura cepa advierte que mantener a la entidad alejada de la corrupción ha sido la clave del éxito.
Pero la definición más contundente del brillo de esta empresa, la entrega Galo Viana Muñoz, quien ha sido gerente de Mutualser desde sus inicios y la ha posicionado en el más alto lugar, donde la excelencia en la prestación de los servicios, se refleja en el nivel de satisfacción de los usuarios. Para Viana, a lo largo de los años, Mutualser ha mantenido su esencia, guiada por un principio fundamental: ponerle el alma a cada paso del camino. “Cuando hablo del alma, me refiero a la pasión, al compromiso inquebrantable que hemos tenido desde el primer día. No se trata solo de cumplir con nuestra labor, sino de hacerlo con el corazón, de ver más allá de los números y los procesos, y enfocarnos en el impacto real que tenemos en la vida de las personas”.
Este enfoque en “ponerle el alma” ha sido clave para la evolución de Mutualser. Desde sus primeros días, recorriendo los pueblos de la región, hasta hoy, esa pasión ha sido el motor que impulsa a la empresa. “Cuando visito nuestras comunidades, veo en los rostros de las personas la satisfacción de saber que estamos ahí para ellos, no solo como una empresa de servicios, sino como un aliado que pone todo su empeño en mejorar su calidad de vida. Ese es el espíritu que Héctor Rivas nos inculcó, y que seguimos llevando en cada decisión que tomamos”, concluyó Viana.
Testimonios
Irma Rosa Fernández Yepes, nacida y criada en El Carmen de Bolívar, estuvo entre la vida y la muerte por más de un año, acostada en una cama hospitalaria con el colón por fuera de su cuerpo, esperando, con la paciencia de Job, que el cáncer desapareciera por completo. Así fue. Esta mujer, que hoy camina por las calles de El Carmen de Bolívar saludando a diestra y siniestra a niños, jóvenes, gente de mediana edad y adultos mayores con efusividad, asegura que no es fácil librar una batalla contra la muerte.
Corría el 2014 cuando comenzó a sentir problemas de salud que no eran asociados al colón, sino a simples malestares estomacales. Pero decidió solicitar una cita en Mutualser y después de la valoración de rutina, la remitieron donde un especialista. Éste médico le practicó exámenes de laboratorio y luego, otro, invasivo donde se determinó que había problemas en el colón. Recuerda que apretó los labios, la mente se le nubló hasta que recuperó la tranquilidad. En silencio comenzó a implorarle a Dios le diera otro chancecito en el mundo terrenal. Prometió seguir portándose bien y ayudar, como siempre lo había hecho, pero con más ahínco, a su prójimo.
Con la mirada fija en la pared blanca de las oficinas de Mutualser en El Carmen, esta mujer cuenta que la clínica donde la atendieron por primera vez la vendieron, una semana después de la primera cirugía y, entonces, quedó con el intestino por fuera por un año, atendiendo las recomendaciones médicas hasta que sanara. Considera una bendición el seguimiento que Mutualser le hace a los pacientes, pues no dudaron en buscar por cielo y tierra al médico que la había operado para que éste continuara con el tratamiento. Confiesa que en esos días leía en los periódicos que los pacientes del Régimen Contributivo morían sin recibir atención en clínicas de garaje, mientras ella era atendida como una princesa. Al año su colón sanó y no hubo necesidad de hacerlequimioterapias, ni otro tratamiento paliativo.
Sonríe con su boca pintada de rojo carmesí para contar que gracias a Mutualser accedió a un subsidio de vivienda, con los proyectos que buscan mejorar la calidad de vida. Por eso, todos en su familia manifiestan estar agradecidos con la empresa, no sólo por el bienestar que le brindan, sino porque le salvaron la vida a una mujer común y corriente y pobre para más señas. Hoy vive para regalar alegría y lo mejor de sí para sus congéneres.
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La primera vez que Biliardo Montes Cano sintió una punzada lacerante, un dolor profundo, en su pierna derecha fue una media noche de junio, que llovía a cantaros, cuando el canto de la lechuza hizo más lúgubre el momento. Se sentían solos en la vereda Santa Elena, acompañados por el rugir de los truenos que matizaban el mal tiempo. Durante las horassiguientes, el dolor se acrecentó, pero Doris Luz Acosta, su mujer, le echó ron compuesto en la pierna, y antes de 10 de la mañana, cuando el sol iluminó el poblado se sintió mejor, tanto que decidió ir a la parcela. Desde entonces aprendió a vivir con una punzada que le desgarraba la pierna y le impedía desarrollar su vida normal. Días después, este campesino de hacha y machete, mientras se sobaba la pierna, sintió algo raro, como un acceso que comenzó a crecer rápidamente.
A la semana, Biliardo accedió a ir al médico, después de la cantaleta de Doris Luz. Empezaron a tratarlo con medicamentos, pero el profesional que lo atendió lo envió a un laboratorio en Cartagena para que le hicieran una biopsia, cuyo resultado fue maligno. El dictamen, dice Doris Luz, arrojó que había células cancerígenas. Para ellos la vida se tornó gris y advirtieron que solos no podían enfrentar tan delicada situación. Con la ayuda profesional del personal de salud de Mutual, Biliardo inició un tratamiento conquimioterapias. Llegaron a realizarle 16 sesiones que lo dejaban exahusto por varias horas, pero el tumor seguía creciendo desmesuradamente. Fue entonces cuando Biliardo le dijo a su mujer que, si era necesario, lo mejor era que le amputaran la pierna, como se lo había recomendado un médico de la ciudad de Montería, pues se había rendido ante el dolor que le producía el cáncer. Sostuvo que no le importaba perder su nombre por el del mocho Cano, con tal de no seguir viviendo ese calvario, pero su mujer pidió a la Mutual tener otro concepto médico.
Doris Luz esperó unos días, hasta que le informaron que habían contactado a un oncólogo famoso de la ciudad de Pereira que estaba esperando para atender a su marido. Días después, el especialista lo examinó y les habló con la franqueza del corazón, advirtiéndoles que debía operarlo rápidamente y que en medio de la cirugía sabría si había que amputarlo, o no. Biliardo, quien nunca perdió la tranquilidad, pese a que casi no podía caminar por el peso del tumor y vivía atormentado por los dolores, accedió. Fue tanta la angustia durante la espera, mientras operaban a Biliardo, que su mujer se comió todas las uñas de los dedos de sus dos manos. Tres horas después, el médico salió de la sala de cirugía sonriendo y le dijo a Doris Luz que Biliardo seguía con sus dos piernas, aunque debían realizarle radiaciones. Del suceso hacen ya tres años y Biliardo sigue cultivando yuca, maíz, ají y todo lo que se le ocurre.
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Juan Carlos Ortiz Pulgar, un sanjacintero de 41 años,expresa su felicidad con la mirada, su sonrisa autentica y cuando habla. Eso sí, siempre dándole gracias a Dios.
Cuenta, sin protocolo de ninguna especie, después de haber vivido un infierno, que el Creador le arrebató a su hijo de 16 años de las garras de la droga. Por esa razón, se siente el padre más orgulloso del mundo y expresa que todo se debe al apoyo recibido deMutualser.
Este hombre más conocido que el arroz en San Jacinto hace cualquier cosa para ganarse la vida honradamente. Por eso, dice tener tantos amigos. Muchos lo ayudaron a sortear el calvario que padeció por varios meses cuando su Benjamín, el pequeño hombrecito de la casa, le confesó que hacia parte de una de las barras bravas del Real Cartagena y que fumaba marihuana con asiduidad porque quería ver la vida diferente, a colores, pero, sobre todo, quería expandir su mente.
Fue entonces cuando Juan Carlos comenzó a advertir que su hijo se había tornado huidizo, ensimismado y elevado. Ese que antes lo saludaba con un abrazo y un beso cambió absolutamente en corto tiempo, para terminar buscando en la calle y la soledad un refugio. No le importaba lo que le decían en casa, llegaba tarde todos los días y si alguien osaba preguntarle, no contestaba. Fue entonces cuando amigos y conocidos llegaban a la casa a buscar a Juan Carlos para hablarle sobre el mal comportamiento de su primogénito, pero no podía hacer mucho porque sentía que lo había perdido. Este hombre rollizo, de cara ampulosa y calvicie profunda, recalca con la mano en el corazón que en julio del año pasado cuando se enteró que su hijo había partido, en compañía de otros jóvenes, díscolos, para Zipaquirá a ver jugar al Real Cartagena, sintió nauseas, pero sin darse por vencido invocó a Dios en silencio para que le ayudará a buscar una mejor salida. Admite que una fuerza extraña se apoderó de su ser y ese día con el sol caliente a sus espaldas, sin probar bocado, decidió buscar orientación en la Comisaría de Familia. Después de abrir su corazón y contar su historia a Mauricio Vásquez, el comisario de San Jacinto, éste le preguntó:
– “¿Qué carné tienes tú?”
– “El de la Mutual”, respondió.
El rostro del comisario se iluminó e hizo un gesto de tranquilidad para espetar:
– “!Ay mi hermano si tienes la solución en las manos!”.
Acto seguido redactó una carta donde explicaba a groso modo la situación y entregó a Juan Carlos la misiva para que éste la llevara a la oficina de Mutualser en San Jacinto.
Con la voz entrecortada, esta vez de la felicidad, Juan Carlos advierte que los funcionarios de la EPS no perdieron tiempo y le brindaron asesoría y ayuda, pues la adicción a las drogas es considerado en Colombiaun asunto de salud pública. Sólo le tocaba esperar a que su hijo volviera.
Ocho días después, cuando su hijo regresó de Zipaquirá, todo estaba listo. La mamá lo convenció que debían asistir a una cita médica de control en Cartagena. Él joven no se opuso. En la cita había un equipo de profesionales y después de varias preguntas de rigor, un psiquiatra lo valoró y le dijo que se tenía que quedar. Juan Carlos, continúa su relato lentamente, señalando que no tiene palabras para agradecer la atención que brinda Mutualser a su hijo, que hoy por hoy es el paciente “pechichón” en Cemic, la clínica psiquiátrica de Cartagena donde ha permanecido recluido por más de seis meses y está en excelentes condiciones. Solo espera que su hijo pueda ser abogado o médico, tal como se lo ha prometido.Juan Carlos levanta la mirada hacia el cielo y señala con su dedo índice derecho, como queriéndole dar gracias al Creador. Luego cierra los ojos y se da golpes en el corazón como dando a entender que esa fuerza, la que inundó su ser el día que sintió que todo estaba perdido, sigue ahí, intacta.