En El Carmen de Bolívar, una perturbadora historia ha sacudido los cimientos de la comunidad, dejando en evidencia el horror que se esconde tras las puertas de algunos hogares. Una menor de edad, indefensa y vulnerable debido a su discapacidad cognitiva, fue víctima de abuso sexual por parte de quien debería protegerla y amarla incondicionalmente: su propio padre.
El drama se desarrolló en una apartada vereda de la localidad, donde la joven vivía bajo el cuidado de su progenitor. Durante tres largos años, este individuo despiadado sometió a su propia hija a un calvario de abusos sexuales, utilizando la amenaza y la coerción para silenciar sus gritos de dolor y angustia. La menor, en su inocencia y desamparo, soportó el tormento, creyendo quizás que ese era el precio de recibir el supuesto amor paterno.
Sin embargo, el destino le deparaba un atisbo de esperanza en forma de una tía compasiva, quien, al enterarse del horror que su sobrina había vivido, no dudó en tomar cartas en el asunto. La valiente mujer llevó a la joven a una clínica, donde se confirmaron los oscuros secretos que habían marcado su vida: no solo había sido víctima de reiterados abusos, sino que también llevaba en su vientre la prueba palpable de la monstruosidad de su propio progenitor, un hijo concebido en el dolor y la traición.
La denuncia fue interpuesta, y la Policía de Infancia y Adolescencia tomó el caso con la seriedad y el compromiso que merecía. Tras meses de ardua investigación, con pruebas de ADN que confirmaron la inimaginable verdad, el padre fue capturado y enfrenta ahora la justicia por los despreciables delitos de acceso carnal violento agravado con menor de 18 años. Mientras tanto, la joven, ahora madre prematura, y su bebé han encontrado un resquicio de seguridad y cuidado en el seno del Bienestar Familiar, donde reciben el apoyo necesario para sanar las heridas físicas y emocionales que este cruel episodio ha dejado en sus vidas.