Fotos: Efraín Pérez Uribe
Esta crónica, de mi autoría, fue publicada por el diario El Universal en diciembre de 2006 y hoy vuelve a ver la luz en Cartagena En Línea. En una reciente visita a Mompox, el joven fotógrafo cartagenero Efraín Pérez Uribe (@frinchoperez) capturó las imágenes que la acompañan, evidenciando que el mito sigue vivo y los gatos siguen custodiando la tumba. Además, esta historia forma parte del libro de crónicas En La Punta de la Lengua, publicado por Ediciones Pluma de Mompox en 2007.
La mirada enigmática de un gato negro, de ojos verdes vivaces, amenaza a quien ose acercarse a la tumba de Alfredo Serrano Rubio.
Serrano Rubio, cuyo cadáver está enterrado en el cementerio municipal de Mompox desde el 18 de diciembre de 2001, fue un momposino de pura cepa. Murió súbitamente a los 36 años en Bogotá debido a una afección coronaria. Durante su vida, amó profundamente a los gatos.
A las 5:30 de la tarde del viernes 15 de diciembre de 2006, llegué al cementerio de Mompox, atraído por la historia que cuentan los lugareños: decenas de gatos custodian celosamente la tumba de Alfredo Serrano Rubio, quien curiosamente era conocido como “El Gato”.
“Aquí confina la vida con la eternidad”, dice un letrero que da la bienvenida a los visitantes del cementerio. A pocos metros de la entrada se pueden ver varios gatos jugando alrededor de un mausoleo de mármol, con una inscripción que simplemente dice: “GATO”.
Me acerqué al mausoleo, intrigado por la leyenda de un hombre que, incluso después de muerto, es protegido por los gatos. Según las lenguas mordaces de Mompox, en vida hizo un pacto con Satán.
El gato, con una mirada perturbadora y misteriosa, es acompañado en su vigilancia constante por otros 12 adultos de su especie, y unos 10 pequeños que juegan cerca de la tumba de Alfredo, quien heredó de su abuelo, Julio Serrano Rojas, el apodo que marcó cada una de sus actuaciones en la vida.
Mi llegada como intruso encendió las alarmas de los felinos de diferentes tamaños y colores que “custodian” la paz de Alfredo y Julio Serrano, “los gatos” más famosos de Mompox. Tal como cuando un “gato mira al ratón”, los animales se posaron encima de la tumba de los Serrano; unos maullaban y otros corrían de un lado a otro, como si mi visita intempestiva les incomodara.
Un poco aturdido, logré tomar algunas fotos. De inmediato, me alejé caminando rápido, asustado por la reacción de los gatos. El cementerio estaba desierto y el sol comenzaba a ocultarse, dejando sólo la penumbra para acompañar a los felinos.
En Mompox, muchos comentan que hay algo detrás de la manada de gatos que permanece día y noche sobre la tumba de Alfredo Serrano Rubio. Algunos atribuyen el hecho a que el Diablo envió a los Serrano gatos como guardianes; otros desvirtúan completamente esa teoría.
Desde hace seis meses, todo forastero que llega a Mompox preguntando por los atractivos turísticos es informado sobre las iglesias, la religiosidad, el río, la ciudad vieja y, por supuesto, los felinos que vigilan la tumba de “El Gato”.
Alfredo Serrano Rubio, quien murió a los 36 años, fue, según su padre, el ex congresista Víctor Serrano Gómez, un hijo excelente: afectuoso, mimado y apegado a su familia. Un niño que nunca creció, al que había que satisfacerle todos sus gustos.
Los momposinos que lo conocieron lo describen como un amigo genuino, generoso y cordial. Nunca le importó despojarse de algo para dárselo a alguien. Su casa en Bogotá era la embajada de los momposinos.
Sus amigos lo recuerdan por su espontaneidad. “El Gato” siempre visitaba Mompox tres o cuatro veces al año, y siempre lo recibían con honores.
Chico Peña, escritor y músico momposino, recuerda que “El Gato” fue un gran deportista. Practicó sóftbol y fútbol, y en este último fue directivo en Bogotá. Sus amigos y compañeros de deportes le rinden homenaje todos los años durante la primera semana de enero con un cuadrangular llamado “Alfredo Serrano Rubio”.
Su padre habla de Alfredo con alegría, tanto que parece que estuviera vivo: “Desde niño tuvo la decisión de ser nazareno, carguero de los pasos de las imágenes procesionales de Semana Santa en Mompox, una actividad que desempeñó ininterrumpidamente durante al menos 20 años. Fue nazareno trompetero; es decir, quien anuncia con una trompeta la pasión y muerte de Jesús durante el Jueves y Viernes Santo”.
Todos los Jueves Santos, los nazarenos trompeteros, unos 15, se reúnen frente a su bóveda para rendirle un homenaje, tocando cada uno su trompeta con el sonido característico, y luego lo hacen juntos al unísono. “Es un espectáculo profundamente fúnebre, pero tenemos que soportarlo”, comenta su padre.
Alfredo murió repentinamente en el aeropuerto de Bogotá el 1 de diciembre de 2001, a causa de una enfermedad cardiaca hereditaria. Según su deseo, su sepelio fue en Mompox, y las honras fúnebres fueron un evento apoteósico, con manifestaciones de dolor colectivo.
El apodo de “El Gato” fue impuesto a su abuelo, Julio Serrano Rojas, en 1921, cuando tenía 13 años. Era un hombre extremadamente velludo, y una vez, mientras se bañaba en el río, alguien exclamó: “¡Nojoda, Julio parece un gato!”. Así nació el apodo, que fue heredado por sus hijos, nietos (Alfredo) y biznietos. Alfredo, nieto del “gato original”, fue quien más se distinguió con ese apodo.
La lápida de su sarcófago tiene inscrito “GATO” en su lado izquierdo. Su padre, con una sonrisa, asegura que la llegada de los gatos no tiene nada que ver con lo satánico: “Después de muerto, durante las dos primeras semanas, íbamos con mi esposa a su bóveda todas las tardes. Un gato negro, que resultó ser una gatita, comenzó a pasearse por allí. Se hizo nuestra amiga, le llevábamos comida y afecto, y se instaló en el mausoleo de manera permanente. Parió y atendimos a sus dos hijitos, y así han seguido reproduciéndose”.
Los gatos reciben comida dos veces al día, y cuentan con la atención de Aquiles, un colaborador que les brinda especial cuidado. “Esos animalitos son para nosotros símbolo de vida, decoración y alegría. No representan ningún símbolo de superstición, hechicería, cábala o magia”, aclara su padre.
Los felinos se han convertido en una atracción, admirados tanto por los lugareños como por turistas. Algunos han filmado documentales sobre ellos, y varios programas de televisión nacional han presentado su historia.
“Consideramos que los gatos no son nuestros, sino una pertenencia del cementerio de Mompox”, explica su padre, aunque con frustración admite que algunos recién nacidos han sido robados para venderlos, y algunos han sido recuperados en residencias donde los mantenían amarrados.
El doctor Serrano reflexiona: “Mi hijo, con su corazón noble, nunca imaginó que esto sucedería. Sabemos que los gatos han suscitado pasiones tan contradictorias como el afecto ilimitado y el odio irracional. Fueron considerados encarnaciones divinas en el Antiguo Egipto, mientras que en el Occidente cristiano medieval eran vistos como manifestaciones del Diablo”.
Nadie duda de que estos felinos poseen un aura de misterio. Muchos visitantes del cementerio de Mompox salen despavoridos, creyendo que el Diablo cuida la tumba de Alfredo Serrano o que es el mismo Alfredo reencarnado en un gato. Se cuenta que uno de los gatos, el más grande, sale ocasionalmente, con una actitud de independencia y misterio, a las 12 de la noche, para recorrer las históricas calles de Mompox, las mismas donde jugó Alfredo Serrano Rubio.