Jesús Madera no necesita presentación en la calle Segunda de los Transmisores. Su nombre resuena con la fuerza de los pioneros, de esos que llegaron cuando todo era lodo, cuando se sacaba tierra del monte para levantar casas, cuando la lluvia era sentencia de encierro y el sol apenas secaba la esperanza.
“Jesús Madera, Jesús… Madera yo soy, del departamento de Córdoba”, dice con esa cadencia de los hombres que saben contar su vida como se cuenta una historia digna. Hace 60 años pisó por primera vez esta calle de Ceballos y desde entonces se convirtió en memoria viva de su lucha. Recuerda cómo iban al Nuevo Bosque —que en ese entonces no era más que monte virgen— a traer tierra para rellenar, para afirmar el paso, para abonar el sueño de tener un barrio donde criar hijos sin miedo al pantano.
“Eso fue una lucha”, repite. Una lucha de generaciones, de vecinos con palas, de madres improvisando caminos entre los charcos, de niños que aprendieron a esquivar los huecos antes que las letras. Una lucha callada, constante, sin titulares. Hasta hoy.
Porque hoy Jesús se permite algo que nunca había dicho con tanto orgullo: “Ahora sí vivimos como reyes”. La calle Segunda ya no es un lodazal. Hoy es una vía digna, pavimentada con concreto rígido, con bordillos nuevos, con paso firme. Una promesa cumplida por el alcalde Dumek Turbay Paz, que no llegó con palabras vacías sino con maquinaria, inversión, ingenieros, obreros y voluntad política.
Son 162 metros lineales de avance, pero en el corazón de Jesús y de los vecinos de Ceballos, esos metros pesan como siglos de espera. Más de 100 familias, cerca de 500 personas, ahora pueden caminar sin miedo, llevar a los niños al colegio sin embarrarse, mover su vida con dignidad.
Jesús Madera lo resume mejor que cualquier ficha técnica. No habla de contratos, ni de cifras. Habla de lo que importa: de cómo la tierra dejó de ser obstáculo para convertirse en cimiento, de cómo el barrio que alguna vez se construyó a punta de fe, hoy se pavimenta con hechos.
Y mientras su voz se mezcla con la del mariachi que entona El Rey, en plena celebración, uno entiende que esa frase no es solo parte de una canción. Es la metáfora de un barrio que, por fin, se siente dueño de su dignidad.
Ceballos ya no es el mismo. Y Jesús Madera tampoco.
Ahora camina con la frente en alto. Y canta, porque sabe que después de tanta lucha, también él —como su calle— sigue siendo el rey.