-. Por las aguas de Cartagena navega la angustia. Una madre la busca entre piedras, corrientes y rezos. Y la ciudad, con sus brazos de mar y viento, también aguarda una respuesta.
Desde la tarde del domingo 13 de abril, el nombre de Tatiana Hernández se ha repetido con la insistencia de una oración rota en Cartagena. La joven médica, de apenas 23 años, bogotana de nacimiento y pasajera del Caribe por amor o descanso, fue vista por última vez en la Avenida Santander, en Cartagena de Indias. Desde entonces, su rastro se ha desvanecido como una estela de sal.
La ciudad la busca como se busca a una hija propia. La Policía Metropolitana, el CTI de la Fiscalía, la Armada Nacional, los bomberos, los drones de Distriseguridad y los buzos de la Infantería Naval peinan las aguas y los caminos, mientras el sol y el tiempo juegan en contra.
La Alcaldía Mayor de Cartagena, por orden directa del alcalde Dumek Turbay Paz, ofreció una recompensa de 50 millones de pesos a quien entregue información veraz. Se activaron líneas telefónicas exclusivas, incluso la inteligencia artificial del Distrito —‘Catalina’— se sumó a la búsqueda. Todo intento parece válido cuando se busca a alguien que no se quiere perder.
“Ha sido una preocupación inmediata del alcalde mayor desde el primer momento en que conocimos la desaparición”, afirma Bruno Hernández, Secretario del Interior. “No hemos dejado de buscarla, estamos articulados y no descansamos. Por eso esta recompensa: porque necesitamos saber dónde está Tatiana”, dijo.
La búsqueda es por cielo, mar y tierra. “He estado con los guardacostas hasta altas horas de la noche”, dice Hernández, con la voz cargada de urgencia. “No se ha descartado ninguna hipótesis. Se ha verificado cada dato, cada mensaje, cada rumor. Pero, hasta ahora, nada ha dado resultado”.
El funcionario señala que las cámaras de seguridad no ofrecen pistas. Las llamadas que llegan a los canales oficiales son filtradas, comprobadas, descartadas una tras otra. Algunas, incluso, resultan ser crueles falsedades.
“Le pedimos a la ciudadanía respeto con el dolor de esta familia. Que no jueguen con la esperanza de una madre”, suplica el secretario. “Sabemos que hay corrientes fuertes en esa zona, piedras, peligros. Por eso también buscamos bajo el agua. Pero seguimos creyendo que hay una posibilidad de encontrarla con vida”.
Esa esperanza, esa última llama encendida, es la que sostiene a Lucy Díaz, la madre de Tatiana Hernández.
La madre de Tatiana, parece un zombie, pues no duerme desde hace días, que responde llamadas a cualquier hora con la voz quebrada. Que escucha mentiras y aún así no se rinde.
“Yo sé que ella está viva”, repite Lucy, con los ojos derrotados pero el corazón firme. “Y si me está viendo, solo quiero que sepa que la espero con los brazos abiertos. Nunca la voy a rechazar. Solo quiero encontrarla”.
Con la voz quebrada agradece a todos los que buscan con ella. A las autoridades, a los voluntarios, a los vecinos que rezan en voz baja. Pero cuando la ciudad se apaga, cuando las cámaras dejan de grabar y el bullicio cede, Lucy le habla al silencio.
No le pide un milagro al cielo. Le pide un milagro a su hija:
“Tatiana. Tatiana, hija. Si puedes, vuelve. Respóndeme”
Y es ahí donde esta historia se detiene. Porque no hay cierre posible sin su regreso. Solo queda una madre que ya no le reza a Jesucristo para que intervenga, sino a Tatiana para que, desde donde esté, haga el milagro.
Y que con ese acto —el más humano, el más divino— Jesucristo se la devuelva con vida.
Los padres de Tariana agradecieron el apoyo de las autoridades.