Carlos Banqueth Ramírez, el mismo que soñaba con remplazar a Teo Gutiérrez en su amado Junior de Barranquilla, desapareció delante de algunas personas una tarde cuando una fuerza extraña lo arrastró a las profundidades del Río Magdalena, frente al erosionado puerto de Tacamocho, corregimiento de Córdoba Tetón.
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El 18 de julio del 2021 fue un día raro, aciago. El ambiente estaba impregnado de tristeza. Cuenta un pescador que se despertó como de costumbre a las cuatro de la mañana y mientras se alistaba para salir a la faena, como a las cinco de la madrugada, una brisa fría lo obligó a quedarse estático. Salió al patio y vio la nube negra que se estaba apoderando del cielo del pueblo. Su mujer, como si hubiera presentido que algo lo perturbaba, le pidió que se quedara en la casa, que tenía como 20 arencas, 10 barbules, 30 bocachicos medianos y 5 doncellas de más de tres libras de la pesca del día anterior. El hombre agarró un taburete viejo, tomó una totuma con café caturro de los Montes de María, recién hecho, sin azúcar y se añingotó en una esquina de su casa a pensar. Demoró un rato sin hablar. Ese día, cuenta, hasta los gallos se demoraron para cantar. A las seis de la mañana salió a buscar una yuca para el desayuno y pudo darse cuenta que mucha gente no había salido al monte y muchos habían ido a ordeñar más tarde de lo acostumbrado, pero al final todo parecía normal en su pueblo. Sin embargo, sentía que había algo raro porque hasta la lechuza cantó tres veces y muchos tacamocheros se persignaron y elevaron plegarias al Creador pidiéndole se llevara esa tristeza.
El día transcurrió lento y todos los pobladores experimentaron una sofocación que esperaban se disipara con la brisa de la tarde.
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Carlitos Banqueth “Totono” salió de su casa con su camisa de junior puesta, su pantaloneta azul, sus medias blancas y unos tenis viejos. Agarró su pequeño reproductor de sonido y lo encendió con una lista de reproducción de Diomedes Díaz que grabó al lado del desaparecido Colacho Mendoza. Se despidió y Silvia, su madre, le dio un beso en la frente, no sin antes advertirle que no se fuera para el río y que si llovía se devolviera para la casa. Con un: “Si mamá”, salió sonriendo y saludando a cuanto parroquiano se tropezó en el camino al campo. Cuando llegó ya habían empezado a jugar y entonces prefirió irse un rato para la orilla del río. Debían ser las cuatro de la tarde cuando un tío suyo lo vio sentado en un barranco y mirando fijamente las aguas turbias del Magdalena, como si estuviera buscando algo. “¡Totono!” le gritó su tío en tono de advertencia para que se alejara del rio. Él asintió con la cabeza y se quedó allí lelo, como poseído, mirando fijamente las aguas, cuando se escuchó: “Nooooooo”. Algunos pobladores que estaban cerca corrieron a tratar de socorrerlo, pero nada pudieron hacer porque por más que quiso aferrarse a la tierra una fuerza extraña se lo llevó hasta las profundidades del Magdalena.
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La gente comenzó a gritar: “Totono”, “algo se llevó a Carlitos” con tanta fuerza que al poco tiempo su madre, su padre, su familia y casi todo el pueblo llegó a la orilla. Cuentan que fueron más de 50 personas que se tiraron al río a buscarlo. Se hundían, al rato salían otra vez, pero no pudieron hallar el cuerpo. Su madre Silvia y su padre Carlos lloraban desconsolados, dando alaridos de dolor, mientras pescadores salían en canoas río abajo a buscar el cuerpo, pero horas después regresaron a tierra y ninguno vio o encontró nada. Lo que todos presentían ocurrió: A Carlitos se lo había tragado el rio.
Esa noche continuaron la búsqueda por el río, e incluso en las orillas, alumbrando con potentes linternas, pero todo era infructuoso. Por más de 15 días, hombres y mujeres registraron los rincones del Río Magdalena, pues todo el pueblo colaboró con recursos para alquilar lanchas y comprar gasolina para los recorridos. La Armada Nacional los apoyó y Carlos, el padre de “Totono”, cuenta que llegaron hasta Bocas de Ceniza, en Barranquilla, pero nunca hallaron el cuerpo. Fueron a los pueblos cercanos, averiguando, pero no había rastros del joven.
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Habían pasado 16 días y no había otro tema de que hablar en Tacamocho, un pueblito olvidado, habitado por gente pobre, pero honrada, que vive de la pesca, pequeña ganadería y la agricultura. Allá nadie le niega nada a nadie, dan lo que no tienen y todos son familia. Lo digo porque así hacen sentir al forastero.
El pescador que me contó la historia recordó haber visto varias veces a Carlitos hablando en la orilla del río con una mujer pequeña, de cabello negro, brillante y largo, semidesnuda, con facciones finas. A Carlitos solían verlo en la orilla del río a cualquier hora del día. Su padre confirma que él estaba como encantado con las aguas del Río Magdalena y que en muchas ocasiones le advirtió que se alejara de la orilla, pero no prestaba atención. Casi nunca hablaba de eso, pues contestaba con evasivas.
Carlitos era un joven alegre, normal, de los mejores futbolistas que se han visto en la región. Era querido por todo el mundo por su gracia y su forma de tratar. Cuenta el pescador que como al mes de su desaparición, algunas personas comenzaron a comentar que habían visto a Carlitos hablando con la misteriosa mujer de cuerpo de sirena, a la que solo se le veía su dorso y su hermoso cabello porque cuando se acercaban a la orilla se hundía en las aguas. Nadie prestó atención, pero esa mujer enamoró a Carlitos desde que era un niño y, precisamente, cuando llegaba a sus 17 años se lo llevó a vivir en las profundidades del Río Magdalena. Por eso desde pequeño su lugar predilecto era la orilla del río.
El misterio en Tacamocho creció al mes de la desaparición porque todo el que se ahoga, a las 24 horas flota, pero el cuerpo de Carlos nunca apareció.
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Su madre dice haberlo visto en su casa, pero, cuando le quiso decir algo, desapareció. También lo ve en los sueños y le dice que está vivo y que volverá pronto. Su padre también lo sueña. Su abuelo y su abuela Marlene coinciden en decir que se les aparece en la noche sonriendo, como siempre en los sueños. Todos niegan que Carlitos se ahogó, aseguran que se lo llevó la Mojana, la diosa de las aguas. Por eso piden que lo devuelva, pero nada pasa.
Los ojos de los padres de “Totono” se llenan de lágrimas cuando recuerdan su desaparición, pues dicen que va a volver, solo es cuestión de tiempo.
Otros pobladores señalan que cuando pasan por el sitio donde “Totono” despareció sienten la risa de una mujer que susurra: “Carlitos es mio”……