Cultural

Papi Wailoo, un “coloso” de la vida

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A sus escasos 31 años, Cristian Medrano Banquez, el influencer conocido como Papi Wailoo, que hoy  acumula más de seis millones de seguidores en las redes sociales, parece haber vivido varias vidas en una.

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Nació en Berrugas, municipio costero de Sucre, a 10 minutos de San Onofre, en el seno de una familia donde abundaba la escasez, pero sobraba la valentía para enfrentar la vida haciendo cualquier trabajo que generara dinero. La vida en Berrugas era plácida, pues la comida se conseguía fácil. Comían barbul, que era el pescado más barato, con yuca o con arroz, pero nunca faltó el alimento.

Wailoo tuvo una vida normal hasta el año 2001 cuando debió huir de la muerte junto con su madre y dejar todo porque unos violentos, por un chisme, desaparecieron a un pariente cercano, el hombre más recto que ha conocido y con la estatura moral de un gigante, quien se ganaba la vida vendiendo chicha de maíz.

Por el miedo que infundían los hombres armados que desaparecieron a su pariente, les tocó huir con la ropa que tenían puesta para Sincelejo, donde su mamá trabajó en diversos oficios para buscar el pan de cada día. En medio de las vicisitudes, pues la escasez de trabajo era grande porque la ciudad se llenó de desplazados y les había tocado vivir de los subsidios que el gobierno da a los pobres, salió de Sincelejo cuando recién cumplía los trece años y llegó a Rincón del Mar donde pudo continuar sus estudios y llevar una vida más tranquila al lado de su abuela, pero sin embargo no todo era color de rosa, pues los fines de semana le tocaba trabajar vendiendo en la playa mariscos hasta el medio día, ropa playera para mujer hasta las cuatro de la tarde, y después paletas a los turistas. Cuando se acababa la temporada turística cortaba leña para vender, arriaba arena o hacía oficios varios a cualquiera que lo buscara.

En ese tiempo, su madre decidió viajar a San Andrés Islas donde aún vive a buscar un mejor futuro, dejándolo a él y a sus dos hermanas al cuidado de su abuela. Unos años después a Wailoo lo aburrió la vida monótona de Rincón del Mar y emprendió un viaje a Cartagena con la excusa de conocer a su papá, pero en realidad venía a quedarse. Todo con el consentimiento de su madre, la mujer que admira y respeta porque siempre, aún en la distancia, estuvo pendiente de él y sus hermanas. Por su obstinación consiguió el teléfono de sus abuelos y llamó. Quien le contestó le dijo que podía quedarse una semana. Así fue como llegó al barrio La Esperanza y conoció a su padre, quien antes lo había negado en varias ocasiones. Quizá por eso, durante ese encuentro no hubo mucha euforia, según sus propias palabras. Es más, recuerda que todos los familiares lo miraban con asombro, como bicho raro o como buscando respuestas del por qué se había venido de tan lejos sin un plan. Su abuelo se lo llevó al día siguiente como ayudante del camión que conducía. Así que le tocó cargar mudanzas, aserrín, hielo, frutas, coco y bultos de yuca o ñame. Conoció la ciudad en ese camión vetusto y el corazón de Bazurto, con todo lo que ese universo tiene.

Sus días transcurrían entre el trabajo como cotero y la diversión con los conocidos del barrio, por las noches. Recuerda que meses después de tanto cargar bultos y mudanzas, cuando le salió una callosidad en el hombro derecho, unos muchachos de su edad le ofrecieron marihuana y cocaína, pero no aceptó. Esa noche no pudo dormir por el susto que había pasado. Así que se la pasó orándole al Señor de los cielos y pidiéndole una señal. Al otro día, luego de terminar una jornada cargando y descargando tres veces el camión lleno de cocos traídos de las costas de Panamá, y cuando su abuelo le pagó los cinco mil pesos acostumbrados, salió a comprar un refresco a una tienda cercana. Pero los lobos estaban al acecho y una vez lo divisaron, lo abordaron. Esta vez le ofrecieron un arma para atracar por los lados de La Quinta, pero Wailoo les regalo su mejor sonrisa y les dijo que no. Esa noche se entregó a la oración de nuevo.

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Su vida continuó sin cambios. Se levantaba, trabajaba en el camión, y dormía, más por el cansancio que por otra cosa, pues no se atrevía a salir por miedo a encontrarse a la jauría que lo había invitado a unirse a una pandilla, a consumir drogas y a robar. Su relación con su primo Wainer Sossa le marcó otro rumbo y sintió el afecto que todos le negaban. Cuenta que comenzó a andar con un grupo de amigos que se hacían llamar “Los Anormales” y hacían música. Wailoo confiesa que lo apasiona, pero se retiró porque advirtió que la música no gustaba de él, es decir no le alcanzaba el talento. Sossa su primo compraba cámaras y las probaba con él y entonces hacia escenas de humor, pero nada más. Un tiempo después conoció a Hernán Reales, quien sabía lo dura que era su vida y los trabajos que pasaba porque a veces se mantenía un día con un plátano maduro porque no había para más. Reales le ofreció cinco mil pesos diarios y el almuerzo para que trabajara con él en su taller donde arreglaba cámaras y otros artefactos en un pequeño local en el Centro.

Wailoo trataba de aprender del oficio, hacia mandados y lo que fuera con tal de ganarse los benditos cinco mil pesos diarios, los que ahorraba para comprar un celular, pero no era para llamar a nadie sino para grabar sus monerías y mamaderas de gallo. Así fue que un día pudo comprarse un celular de quinta mano, con poca memoria, pero con una camarita. Era un Huawei. Comenzó a grabar videos y los subía a Youtube, en un canal que había creado, pero para montarlo se demoraba demasiado, así que negoció el celeular y con otra plata adquirió un Samsung 3 mini y siguió en la brega creando contenido. Dice que ya en ese momento de su vida tenía claro que crear contenido era lo que quería hacer, pero necesitaba un nombre artístico diferente, que sonara y que fuera corto. Recuerda que escuchando la canción Want Love del panameño Rockie, a quien admira hasta la saciedad, le quedó sonando hasta que de ese nombre salió Wailó. Él mismo se bautizó como “Big Cristián Wailó”, pero la misma gente se quedó con el Wailoo y le añadió el Papi. Así que entonces, se volvió a bautizar como Papi Wailoo.

Para ese entonces, Los Anormales dejaron la música y se unieron para crear contenido y subir a la plataforma de Youtube. Pero había mucho cacique y decidieron abrirse caminos diferentes. Wailoo siguió en lo suyo y comenzó a ganar seguidores.  A los tres meses sus amigos lo buscaron de nuevo. Estando en esas, por allá en 2016, se le ocurrió hacer un video con una muchachita que ya está grande, Bianca Licona, quien estudiaba derecho en la Universidad de Cartagena. En el vídeo Bianca  caminaba con su novio cuando dos tipos los atracaron, pero a ella se le salió lo coleta y les dijo: “Causa donde te pille te parto”. Montó el vídeo en YouTube y como a los cinco minutos tenía como 6 mil reproducciones. Al rato Bianca lo llamó pidiéndole que borrara el video porque la iban a echar de su casa, que su papa Jaime Licona Arenas estaba muy molesto. Por primera vez algo le había pegado a Wailoo, así que decidió apagar el celular para que la joven actriz no lo llamara más. Después de un tiempo pudo advertir que a la gente le gustaban esos videos. Entonces, le dijo al “Produ”, un amigo suyo, para hacer otro video de coletos.  El hombre aceptó e hicieron varios videos actuados que comenzaron a moverse en las redes. Un año después encontró a la niña Melany Díaz y se volvió a pegar con un video de unos cobra diarios que llegan a buscar la cuota, pero la niña les dice que sus papas no tienen como pagar y entonces terminan llorando y dándole plata.

Después de esos videos, ya casi no actuaba, sino que buscaba los actores o ellos lo buscaban y comenzó a desarrollar ideas y poco a poco se fue consolidando y todo cambió, pues el dinero comenzó a llegar junto con el éxito. Para esa época rememora que el elenco comenzó a crecer con Los Coletos, pues llegó “Ray Fosforro”, Germán “El Adulto” y el Varilla, dando nacimiento al Escuadrón del Humor.

Esta es su historia. Cuando sale a la calle no se la cree porque la gente lo reconoce y le pide fotos, autógrafos. Dice que sigue siendo humilde, aunque ahora tenga los zapatos y ropa marca Nike que siempre soñó. Hace poco tiempo cumplió uno de sus sueños: construirle una casa a su mamá en San Andrés. Vuelve a Berrugas los diciembre y entrega regalos a los niños pobres y apoya a su familia.

Wailoo admite que ya no tiene más que contar, que el resto, su vida entera, está en las redes sociales. Pero se queda callado un rato cuando le pregunto sobre su futuro y responde que su meta es estudiar producción de televisión o comunicación social y producir historias para Netflix y otras plataformas. Antes ríe cuando recuerda que está enamorado de una cartagenera que lo motiva a seguir en el camino de la vida, la que ahora le sonríe. Antes de marcharse dice que por las noches las ideas comienzan a fluir. Por ejemplo, esta:

“Una joven pueblerina llega a la ciudad a estudiar con el esfuerzo de su madre, quien debía trabajar en el campo duras jornadas. Cuando se adaptaba al mundo citadino se dio cuenta que la vida de sus amigas literalmente era una fiesta, pues se pasaban de rumba en rumba. Vivía en un barrio pobre sin comodidades donde unos familiares. Sus amigas la invitan a la rumba, pero ella las rechaza, hasta que un día acepta y en medio de los tragos y la música un tipo le ofrece dinero ($2 millones) a cambio de sexo, pero le da un no rotundo y se marcha. A los pocos días recibe la llamada de un pariente indicándole que su madre estaba muriendo a causa de un cáncer porque no tenían recursos para la atención médica. Entonces ella recuerda el ofrecimiento del señor. Busca el teléfono, lo llama y acuerdan un sitio para verse. La joven sale presurosa al encuentro, pero cuando el tipo la llama la comunicación se vuelve intermitente. Comienza a llover y su celular, intempestivamente, se apaga. Entonces se devuelve y llega empapada a su casa. Se sienta en la cama y sin querer se posa sobre el control del televisor que se enciende para dar paso a un extra de un noticiero nacional: ‘Extra, extra. Acaban de capturar a un sujeto que pagaba a las féminas a cambio de sexo para contagiarlas de VIH-Sida’. En ese momento siente la presencia de su madre, quien se le aparece para decirle adiós”. Aquí termina la entrevista a Papi Wailoo, un joven tranquilo, de hablar pausado, pero con ganas de llegarle al mundo con las historias que su mente produce.

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