Wilman José Calvo Murillo, de 23 años, y José Antonio Carrasco Díaz, de 28, conocidos por sus improvisaciones y versos callejeros en el Centro Histórico de Cartagena, ya no riman frente a turistas ni lanzan palabras al viento en medio de los adoquines coloniales. Esta vez, tomaron el micrófono del silencio para entregarse voluntariamente a las autoridades, luego de ser señalados como presuntos responsables de varios hurtos en esta emblemática zona de la ciudad.
La presión social, la denuncia pública y el papel determinante de los medios de comunicación como Cartagena En Línea facilitaron su identificación y posterior entrega. Sin embargo, el caso no se reduce a simples capturas: también hay una investigación en curso por la presunta agresión con arma blanca a un joven que salía de una discoteca el pasado fin de semana.
Las autoridades confirmaron que ambos serán procesados conforme a la ley, al tiempo que reiteraron el llamado a la ciudadanía para seguir denunciando hechos delictivos y aportar a la seguridad colectiva del Centro Histórico.
Pese a las acusaciones, hay en el ambiente una nota disonante, una frase inconclusa que, quizás, ellos mismos esperan terminar: volver a rapear en libertad. En sus primeras declaraciones, aseguran que quieren otra oportunidad, que desean retomar el camino del arte callejero y ganarse la vida cantando —no huyendo—.
El Centro, testigo de sus días buenos y de sus tropiezos, los vio muchas veces rimar con fuerza, improvisar con talento y ganarse unos pesos entre aplausos y sonrisas. Hoy, la historia toma otro tono, uno judicial y sombrío, pero aún abierto.
Porque incluso en la ciudad de los contrastes, donde el sol abrillanta los muros y también las sombras, algunos esperan volver a rimar… sin miedo, sin culpa, y esta vez, desde la redención.