En las calles de Cartagena, en medio de la rutina diaria, se oculta una historia de amor que desafía todas las adversidades. Yofran y Shirley, dos habitantes de calle, han encontrado en su mutua compañía un refugio que trasciende las dificultades de la vida. Su historia comenzó hace cuatro años, un 23 de julio, en Puerto Duro, cuando sus caminos se cruzaron por primera vez. Desde entonces, han sido inseparables, compartiendo no solo el espacio de la calle, sino también el peso de la vida diaria y el amor.
Esta mañana, mientras las primeras gotas de lluvia caían por las calles del Centro, Yofran y Shirley buscaron refugio frente a Corpoturismo. Con la misma ternura que caracteriza su relación, Yofran subió a Shirley en un carrito de supermercado, el cual usan para guardar sus escasas pertenencias y el plástico que reciclan. La cubrió cuidadosamente con una bolsa para protegerla de la lluvia, en una escena que, aunque humilde, irradiaba una pureza pocas veces vista. Allí, bajo la protección improvisada del plástico y en medio de la tormenta, se selló un momento de amor que desafía cualquier guion cinematográfico.
“Nosotros llevamos una vida tranquila y feliz porque andamos con Dios”, cuenta Yofran con una sonrisa, mientras sostiene con firmeza el carrito que los acompaña en su travesía diaria. A pesar de los desafíos y las carencias, su fe y su unión les han permitido mantener una relación sólida, cargada de momentos dulces y risas compartidas. Como en toda pareja, no faltan las discusiones, pero incluso en esos momentos, prevalece la ligereza del humor que los caracteriza. “Yo la amo, pero a veces pone cara”, dice Yofran, mientras le da un beso, sellando con un gesto simple la certeza de su amor.
La historia de Yofran y Shirley es un recordatorio de que el amor puede florecer en los lugares más inesperados, desafiando las circunstancias y las adversidades. Cuando la lluvia arreció, Yofran le advirtió: ¡Agárrate Shirley! Y partió raudo buscando guarecerse del agua.