-Por primera vez en su historia, este corregimiento del sur de Bolívar recibió la visita de un mandatario departamental.
La emoción se sentía en el aire. Al aterrizar el helicóptero de la Policía Nacional, los niños se soltaron de las manos de sus padres para correr al encuentro del gobernador, Yamil Arana. Bailarines, músicos y líderes comunitarios se alinearon para saludarlo. No era una visita más. Era la primera vez que un mandatario departamental llegaba a este remoto rincón de Bolívar, donde la sequía ha sido por décadas más constante que la ayuda institucional.
Yamil Arana no solo aterrizó. Caminó, escuchó, habló y, sobre todo, cumplió. El motivo de su visita: inaugurar el nuevo acueducto de San Cayetano, una obra que transforma la vida de 332 familias que, hasta hace poco, dependían de aguas estancadas, de las que corren por los caños, lluvias que eran llevadas en pimpinas sobre el lomo de burros para abastecerse.
“Nunca habían venido ni siquiera a saludar, mucho menos a hacer una obra”, exclamó con sorpresa una habitante mientras observaba cómo el gobernador Arana recorría las calles polvorientas de su corregimiento.
Agua que dignifica
El acueducto, que ya surte a unas 130 viviendas, está construido con tecnología adaptada al entorno: funciona con paneles solares, lo que lo hace autosostenible y más económico para una comunidad de escasos recursos dedicada principalmente a la pesca y a cultivos como maíz y yuca.
“Este es un acueducto funcional, sencillo, pero muy potente. Muchas comunidades del país han esperado años por algo así. Hoy San Cayetano puede decir que tiene agua potable, y eso es dignidad. La invitación es a cuidarlo”, dijo el gobernador, mientras abría la llave que dejó salir el primer chorro de agua limpia en medio de aplausos y lágrimas contenidas.
Elías Cárdenas Sajonero, líder comunal, fue claro: “Este acueducto nos cambia la vida. Antes teníamos que esperar que lloviera para poder bañarnos, cocinar o limpiar. Ahora abrimos una llave. Suena simple, pero para nosotros es un milagro”.
El rostro de la gratitud
A las afueras de su casa, en el sector El Campo, doña Elizabeth Pimienta, de 55 años, no podía ocultar su emoción. Mientras vendía bolis y atendía a sus hijos, recordó las veces que fue ignorada por otros gobiernos.
“A Regidor sí venían los políticos, pero hasta la cabecera. A nosotros nunca nos miraban. Este gobernador vino, y de una vez nos puso el agua. Eso no se olvida”, dijo.
Lo que se construyó
La obra, ejecutada por la Gobernación de Bolívar a través de la Secretaría de Servicios Públicos, tuvo una inversión superior a los 2.715 millones de pesos. Contempló:
• Perforación de un pozo de 100 metros de profundidad
• Construcción de un tanque de succión subterráneo de 180 m³
• Instalación de un tanque elevado de 35 m³
• Planta de bombeo con capacidad de 5 litros por segundo
• Instalación de 1.750 metros de tubería para red de distribución
• 95 metros lineales de tubería de impulsión
• Dos casetas de bombeo
• Sistema de energía solar para autosostenibilidad
• Cerramiento perimetral para protección del sistema
Más que agua: compromiso
Durante la jornada, el gobernador Arana no solo entregó la obra. Escuchó peticiones, recorrió la comunidad y anunció nuevos apoyos. Confirmó el envío de 500 bolsas de cemento para que los vecinos puedan mejorar sus calles, muchas de ellas intransitables. También oficializó una inversión conjunta de 400 millones de pesos para recuperar el polideportivo del corregimiento, con aportes tanto del Departamento como de la Alcaldía de Regidor, liderada por Carlos Barros Quiñonez.
“Vinimos a cumplir, pero también a comprometernos con más. San Cayetano no puede volver al olvido. Este es solo el comienzo”, concluyó el gobernador.
Un nuevo capítulo
El agua comenzó a correr por las tuberías, pero también por las historias de la comunidad. Niños que nunca habían visto una llave con agua en su propia casa, madres que ahora pueden cocinar sin cargar baldes por horas, campesinos que sienten por fin que alguien los mira a los ojos. San Cayetano escribió hoy una nueva página en su historia, y lleva la firma de un gobernador que no le tuvo miedo a la distancia ni al abandono institucional.
“Nos puso el agua, y con ella, la esperanza”, resumió doña Elizabeth, mientras una nube de niños corría a jugar bajo el chorro inaugural.