“Hacer política desde el odio y la polarización lo único que genera es más odio… No podemos permitir volver a esas oscuras épocas donde la diferencia era silenciada con balas”, escribió el alcalde de Cartagena, Dumek Turbay, pocas horas después de conocerse la noticia. Su mensaje, publicado en la red X, no solo condena el ataque que sufrió el senador Miguel Uribe Turbay durante un acto público en Bogotá, sino que lo enmarca en una preocupación más profunda: el regreso de la violencia como lenguaje político en Colombia.
La ola de solidaridad desde la capital de Bolívar fue inmediata. El gobernador de Bolívar, Yamil Arana Padauí, elevó una oración pública: “Pedimos a Dios por la vida de @MiguelUribeT, fortaleza a su familia en estos difíciles momentos.”
El congresista Jorge Benedetti Martelo expresó: “La diferencia se debate con ideas, no con balas.” Y Juliana Aray, actual representante a la Cámara, se sumó: “Defender la vida y la democracia es nuestro deber”. Asi mismo, el representante Fernando Niño mostró su rechazo al atentado: “Como hombre de paz, no tolero ningún acto de violencia. Toda mi solidaridad con él, su familia y su equipo. Defender la vida y la democracia es nuestro deber”.
Las voces bolivarenses no estaban solas. Desde todos los rincones del país, la dirigencia política rechazó con firmeza lo ocurrido.
El atentado
Todo ocurrió a las 6:45 p.m. del sábado 7 de junio, en Fontibón, occidente de Bogotá. Miguel Uribe Turbay, senador del Centro Democrático y posible aspirante presidencial en 2026, se encontraba saludando a simpatizantes cuando un menor de edad le disparó a quemarropa. El ataque dejó al senador herido de gravedad: recibió al menos tres impactos, dos en la cabeza y uno en una pierna.
El esquema de seguridad reaccionó de inmediato, hiriendo al atacante y poniéndolo bajo custodia. Se trata de un joven de entre 14 y 15 años. Portaba un arma Glock 9 mm. Las autoridades investigan quién está detrás del atentado y si el menor fue instrumentalizado por terceros.
Uribe fue trasladado de urgencia a la Clínica Fundación Santa Fe, donde fue sometido a una compleja cirugía neuroquirúrgica de tres horas. El parte médico más reciente indica que se encuentra en estado crítico, bajo monitoreo constante en la Unidad de Cuidados Intensivos. Su esposa, María Claudia Tarazona, dijo en redes sociales: “Miguel salió de la cirugía, lo logró.” Aún así, la batalla por su vida continúa.
La respuesta de Petro
El presidente Gustavo Petro, que se preparaba para viajar a Francia, canceló la agenda internacional para enfrentar la crisis. En su primer pronunciamiento, fue enfático: “Este es un atentado contra la democracia, la libertad de pensamiento y el ejercicio legítimo de la política.”
Petro evocó la tragedia familiar de Uribe Turbay —la muerte de su madre, la periodista Diana Turbay, a manos del narcotráfico en 1991— y añadió con tono grave: “Matan al hijo y a la madre… debemos respetar la vida.”
El mandatario también ordenó revisar todos los esquemas de protección de líderes políticos y precandidatos presidenciales, advirtiendo sobre un ambiente peligroso para el debate público en el país. “La línea roja es la vida”, concluyó.
Un país que no aprende
Miguel Uribe, abogado de 39 años, con estudios en la Universidad de los Andes y Harvard, había asumido un rol activo en la oposición. Sus posiciones firmes contra reformas del Gobierno y su estilo confrontacional lo convirtieron en una de las voces más visibles del uribismo. Era, para muchos, una figura joven que representaba el recambio del partido.
Su atentado no es un hecho aislado. Colombia arrastra una larga lista de líderes silenciados por las balas. Pero lo que espanta esta vez es la familiaridad con la escena: un joven armado, una plaza pública, una figura política expuesta, una república sacudida por la sangre.
¿Y ahora qué?
1. Uribe sigue en estado crítico. Médicos esperan las próximas 48 horas para evaluar daños neurológicos permanentes.
2. La Fiscalía y la Policía investigan si hubo autores intelectuales.
3. El Gobierno prepara una estrategia de blindaje a la contienda electoral de 2026.
4. Los partidos evalúan medidas para bajar la temperatura política.
5. La ciudadanía exige garantías: no más balas, no más silencios.
Conclusión
El atentado contra Miguel Uribe no fue solo un ataque a un hombre. Fue un disparo al corazón de una democracia frágil. Pero también despertó una reacción nacional poderosa. Y desde la heroica Cartagena, líderes de distintas orillas levantaron la voz para decir que la vida, el respeto y el disenso siguen siendo el camino.
Porque si algo nos ha enseñado la historia, es que cuando la política se hace con odio, el que siempre pierde es el país.