“El secreto está en el corazón, en cómo amas lo que haces.”
– Julia Rodríguez Caraballo, guardiana de la tradición culinaria y creadora de sabores que cuentan historias.
En el patio de su casa en el barrio El Toril, encontré a mi amiga Julia Rodríguez Caraballo, cocinera con conocimientos ancestrales, quien me recibió con una risa franca mientras movía con esmero el arroz de unos pasteles. “Estoy feliz, porque logré conseguir todos los ingredientes, hasta el achiote”, dijo con la voz cálida de quien cocina no solo con manos, sino con el alma.
Esos pasteles que llenaban su cocina de aromas entrañables tienen una historia que se remonta a las enseñanzas de su bisabuela, Josefa Hernández, a quien Julia describe como la dueña del pueblo donde nació: Boca Cerrrada, aunque nunca necesitara papeles para demostrarlo. “Todo el mundo lo decía”,asegura, evocando los días de su niñez en una casa rodeada de corrales con ganado, gallinas, cerdos y un pequeño puerto donde atracaban lanchas cargadas de víveres y viajeros, mayormente venidos de Cartagena o Pasacaballos.
Los pasteles de Julia son únicos: habichuelas, berenjena, zanahoria y un arroz que lleva ajo como gran protagonista, todo teñido por el característico color del aceite achiotado. Para ella, el secreto no está solo en los ingredientes, sino en el amor, el cariño y la alegría que pone en cada preparación. “Me hace feliz que a la gente le guste mi comida”, confiesa mientras ajusta una hoja de bijao, lista para envolver otro pastel que pronto llegará a una mesa agradecida.
Julia nació en Boca Cerrada, Sucre, pero creció en El Recreo, un pueblo vecino de Cartagena, a la orilla del Canal del Dique. Desde los 10 años, bajo la mirada vigilante de Josefa, aprendió el arte de la cocina. “Nos ponía a recoger yuca para pelarla, luego rallarla para hacer bollos”, recuerda con nostalgia. Esa disciplina temprana no solo forjó su talento, sino también un profundo sentido de pertenencia por su tierra. “Si Dios me da el baloto, reconstruyo mis dos pueblos, Boca Cerrada y El Recreo, de nuevo”, asegura con determinación.
Hace unos años, Julia abrió un pequeño restaurante llamado “Donde Julia” en la Calle 17 de Torices, en Cartagena donde tuvo una enorme clientela. Después, trasladó su sazón a El Toril, donde su menú se amplió con platos que han trascendido generaciones. Su salpicón de tollo, un plato que honra las aguas del Caribe, es tan famoso como sus guisos de pato y ponche.
Con el diciembre a la vuelta de la esquina, Julia se prepara para la temporada alta de pasteles. En cada hoja de bijao que envuelve, pone no solo los ingredientes de una receta de antaño, sino también las memorias de Josefa y su amor por el sabor. “El secreto está en el corazón, en cómo amas lo que haces”, dice, mientras los pasteles hierven lentamente.
Antes de despedirme, Julia me miró desde el patio, con ojos chispeantes y una sonrisa de esas que no se olvidan, y lanzó una invitación imposible de rechazar: “Venga y pruebe mis pasteles de cerdo y pollo. Si los come, volverá, porque aquí cocino con el alma”.
Y mientras me alejaba por la sala de su casa de El Toril, su risa, como el aroma del achiote, quedó flotando en el aire, un recordatorio de que el verdadero arte de cocinar está en contar historias a través de los sabores. Por eso, estoy convencido que todos deben probar la sazón de Julia. Si te apetece un pastel, no dudes en llamar al 304 6202869.
