En Cartagena, donde el sol acaricia las antiguas murallas y la brisa marina murmura leyendas de tiempos idos, se escucha una sinfonía de tristeza y gratitud. Karoll Márquez, hijo predilecto de esta tierra, ha compartido con el mundo la partida de su padre, Eduardo Márquez, un hombre cuya esencia se fundió con la cultura, el espíritu y el calor humano que impregnan a su familia y a sus amigos.
Conocido por su gran talento en producciones como “Oye bonita”, “Amor de carnaval” y “¿Dónde carajos está Umaña?”, y por su participación en realities como “MasterChef Celebrity” y “¿Quién es la máscara?”, Karoll abrió su corazón en una despedida que destila emoción y sinceridad pura. Sus palabras, cargadas de melancolía y amor, revelan la huella imborrable que Eduardo dejó en su vida y en la de quienes tuvieron el privilegio de conocerlo.
“Padre querido, te has ido”, declara Karoll en un susurro que encierra la fuerza del dolor ante una separación inevitable. Con gratitud, agradece en nombre de su madre, sus hermanos y el propio, por haber contado con un padre “único y especial”, cuyas enseñanzas –lealtad, rigor, respeto, disciplina, buen humor, bondad y nobleza– se han convertido en el faro que guía su existencia. “Dicen que quienes nos dejan de malos no tienen nada, y menos si son el papá o la mamá; pero la realidad es que tú fuiste la encarnación de todo lo bueno en la vida”, reflexiona, evidenciando la fortuna de haber coincidido en el mismo sendero.
El barrio Alto Bosque, cuna de sus primeros pasos, llora también la partida de Eduardo. La periodista y amiga Hilda Payares Torres lo evoca como ese vecino inagotable, siempre presente, cuyo humor y calidez eran tan contagiosos como el aroma de la brisa marina. “Fuimos afortunados los que compartimos tus cuentos y presenciamos la evolución de una familia a la que entregaste todo tu ser”, expresa Payares, resaltando el legado eterno que deja en sus hijos.
En su emotivo mensaje, Karoll confronta su mayor temor: el adiós a quien tanto amó. “Siempre me aterró pensar en este instante, porque duele un adiós, y duele aún más decir adiós a quien se ama. El momento ha llegado… el final, irremediable y definitivo, ha llegado”, confiesa con sinceridad. No obstante, entre las sombras del dolor, halla consuelo en los recuerdos luminosos y en la promesa de cuidar a su madre –“tu Maye (porque en este mundo, solo Escalona tuvo a una)”–, reafirmando la unión inquebrantable con sus hermanos. “¡Qué privilegio haber compartido mi vida contigo desde el primer aliento! ¡Qué privilegio haber sido tu hijo y ser una extensión de ti!”, concluye, dejando entrever el orgullo y la profunda conexión que perdurarán en el tiempo.
La partida de Eduardo Márquez deja un vacío en el alma de su familia y amigos, pero su espíritu inagotable sigue vivo en las notas musicales que Karoll entona, en las historias que se susurran en cada esquina del Alto Bosque, y en el eco eterno de un amor que ni el tiempo podrá borrar.