- Reportaje a Edd Cabarcas, el influencer gastronómico que te enseña a cocinar con lo que tengas en casa.
Los recuerdos más nítidos de su niñez se asocian a los guisos de pato, carne y a los olores penetrantes que salían de las ollas donde su madre Norcys Mejía cocinaba para sostener el hogar.
Eduardo Cabarcas Mejía, más conocido como Edd Cabarcas, el influencer gastronómico más conocido de la ciudad, es un joven de 27 años que creció en la calle San Martín de La Puntilla, en el corazón de Olaya Herrera, lo que no fue impedimento para salir adelante en la vida y convertirse en un icono para muchos, pues dice, sin ambages, que ya cumplió su sueño. Esta es su historia.
“Realmente la cocina no llegó a mi vida, siempre ha estado. Mi mamá pudo sacarnos adelante, a mis hermanas y a mí, vendiendo comida. Siempre vi emprendimientos de jugos, de pasteles, de comida corriente, comida rápida, sancochos. Así nace la verdadera historia de Eduardo Cabarcas, el cocinero apasionado, el cocinero con vocación. Tengo los recuerdos frescos en mi memoria del día que, a los doce años, mi mamá me montó en un banquillo y me dijo hoy vas a aprender a hacer arroz. Y aprendí.
Me enorgullece contar que nací en la Zona Suroriental. Allí fue donde viví los mejores años de mi vida, la mejor juventud, rodeado de sabores y aromas. Cuando era un niño yo tenía en el patio de la casa como una mini finca donde cultivaba ñame, tomate, cebollín, col, ají y otras especies que usábamos en la casa y eso me hacía sentir orgulloso. Yo no quiero ser millonario, ni tener dinero en abundancia. Sólo quiero ser feliz y exitoso. Desde muy niño he sabido qué si uno quiere las cosas, debe buscarlas. Uno no puede quedarse sentado, esperando que las cosas le lleguen. Hay que salir e intentar para poder alcanzar el éxito aprovechando las oportunidades.
Cuando tenía como 14 o 15 años comencé a organizar fiestas pequeñas con máquinas de sonido (pick up´s) de barrio con Dj y todo. Siempre se llenaban. La ganancia que dejaban esos eventos, a los que asistían solo los vecinos, la invertía en cosas para mí. También vendí queso de casa en casa y lavé motos con tal de ganar unos pesos y poder comprar las cosas que necesitaba. Por ejemplo, suéteres y chancletas, pues en mi casa no había para esos lujos. Todos los que me conocen saben que mi familia es de escasos recursos y en aquella época trabajaba para no pedirle a mi mamá. Si quería ir a una fiesta, debía conseguir para comprar el suéter, la bermuda y lo que necesitara.
En ese barrio popular donde crecí era bastante fácil encontrar cualquier tipo de droga. Recuerdo que ya viviendo con mi padrastro nos mudamos para la calle San Martín y vivíamos en una esquina, que, precisamente, era donde se formaban las peleas de pandillas, las de Playa Blanca con los de La Islita. Tuve que lidiar de cerca con el pandillismo y las drogas.
Yo conozco todas las drogas habidas y por haber, pero gracias a Dios nunca me llamó la atención consumirlas porque desde niño entendí que eso no trae nada bueno. Te voy a contar algo que nunca he dicho: Un familiar cercano era quien expendía la droga en el barrio. Imagínate que yo veía como, con una cuchilla rallaban la pasta de coca para envasarla en bolsitas y también como desarmaban el moño de la marihuana para armar las porciones pequeñas. Bueno y ese pariente estuvo en la cárcel un tiempo.
Siempre he querido hacer un antes y después en mi familia. Quiero que las futuras generaciones se sientan orgullosos de haber tenido un pariente que hizo la diferencia. Me sostiene eso, y el querer ayudar a mi mama, a mis hermanas para que no pasen necesidades. Tengo claro que lo que me va a llevar a lograr este objetivo es hacer buenos actos. Hablar con la verdad y ser respetuoso. Hasta ahora me ha dado éxito.
Si hay algo que me preocupa es tener las herramientas para darle una mejor vida a mi mamá, pues ella sigue calentándose en la venta de comida que tiene en la casa. Una vez le pregunté cuánto ganaba en su negocio y me contestó: “Tantos miles de pesos”. Entonces le dije: ‘Te doy esto’, y me contestó tajantemente: ‘no, déjame seguir trabajando’. Ella quiere seguir vendiendo, salchipapas, los perros calientes más sabrosos del mundo, patacones rellenos y otras frituras deliciosas.
Yo decido ser cocinero, después de ver la película ‘Ratatouille’. Recuerdo que cuando la estrenaron, por allá a mediados del 2007 paseaba con mi mamá por un centro comercial y había publicidad de la rata cocinera por todos lados. Le dije a mi madre que entráramos a cine, pero ella me respondió sonriendo con ternura: ‘No tenemos ni plata ni tiempo’. No pude ver la película ese día, pero dos años después, un fin de semana la anunciaron en la televisión nacional y pude verla. Esa noche me quedó claro que yo quería ser cocinero, pues el mensaje de la película es que cualquiera puede cocinar, hasta una rata.
Entonces, comienzo a trabajar en negocios de comidas rápidas y a certificarme como cocinero, con mucho esfuerzo. Empecé lavando platos y después fui auxiliar de cocina. Para esa época se dio un boom de los youtubers en Colombia y yo los veía para reírme. Quise hacer lo mismo, pero como soy malo para contar chistes, me decidí a grabarme haciendo recetas, mi verdadera pasión.
Por esos días enfrenté duros momentos, pues las deudas me agobiaban. Para ir a trabajar solo me iba con el pasaje de ida y el de venida se lo pedía a mis compañeros. Debía pelar la cara, aunque eso molestara a muchos. Contaba las monedas que me quedaban para ir todos los días a trabajar, nunca me alcanzaba lo que ganaba porque me metía en negocios, todos de comida, y quebraba, pero siempre perseveraba.
En ese entonces, me tocaba rogarle a un amigo para que me prestara la cámara y después arrodillármele a otro para que me editara los videos y gracias a esa constancia hemos logrado muchas cosas. Fue duro, pues demoramos como 7 años dándole a los videos y hasta el 2020 fue cuando pude advertir que los videos debían ser más cortos y comencé a hacer recetas con lo que la gente tiene en la nevera. Ahí es cuando empiezo a ganar seguidores. Comencé a escribirle a los influencers de moda para que grabaran una receta conmigo, pero no me contestaban. Como al mes, me respondió una, quien hoy en día es mi mejor amiga: Yirley Reales. Con ella grabamos un video y ahí arranqué. Aproveché ese empujón y con disciplina comencé a ganar seguidores. A Yirley, le debo mucho porque me ayudó sin ningún interés. Hoy me siento feliz por lo que he logrado: En Instagram tenemos 364000, Ttik-Tok, 841.000; en Facebook 264.000, en Kway 340.000 y en Youtube teneos 100000. En total tenemos más de dos millones de seguidores”. Para esa época, logré el título de Técnico profesional en cocina, tecnólogo en procesamiento de alimentos, hice un diplomado en comida Internacional y Maridaje, Diplomado en gestión de Costos en alimentos y bebidas, más 10 cursos complementarios en BPM”. ***
Edd guarda silencio y sus ojos se llenan de lágrimas. Mira a su alrededor y luego al cielo para decir: “Doy gracias a Dios por este éxito y por las cosas buenas. Hace más de un año que pagué todas mis deudas y hasta he podido cumplirle el sueño a mi mamá de llevarla a Talaigua (Bolívar) a recordar su niñez y juventud. Y lo mejor fue que la llevé en mi propio carro y nos alojamos en un buen hotel en Mompox para no molestar a mis tías. Por eso agradezco a Dios y por la vida de mi hijo, Kian Michael Cabarcas Anaya, otro que viene en camino y de mi esposa, Yeimi Anaya. Seguiré en la brega, siempre ayudando a todos los Edd Cabarcas que hay en la ciudad dando a conocer sus emprendimientos”. Y como si estuviera grabando un vídeo suelta su popular frase: “Hey ya tú te la sabes, ¡a cocinarrr!”.