Opinión

Gestión de William Dau en Cartagena: Más ruido que resultados tangibles

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En un reciente comunicado de prensa, el alcalde de Cartagena, William Dau Chamat, resalta su intención de dejar un presupuesto robusto de más de medio billón de pesos y proyectos listos para el próximo gobierno. Sin embargo, es crucial analizar este enfoque.

Aunque se destaca el crecimiento presupuestario y la inversión en proyectos como el Parque Distrital Ciénaga de la Virgen y el fortalecimiento de Transcaribe, es esencial cuestionar si estos esfuerzos son suficientes para abordar los desafíos de la ciudad.

El énfasis en la “moralización” y el saneamiento financiero, como propósito inicial de su mandato, es digno de reconocimiento. No obstante, la ciudadanía debe evaluar si estos logros se traducen en mejoras tangibles en la seguridad, movilidad, educación, medio ambiente y servicios públicos.

Se hace imperativo señalar que el plan de saneamiento financiero del que se vanagloria no es creación del alcalde Dau, sino que fue instaurado por su predecesor, Pedrito Pereira, y aprobado por el Concejo en 2019.

De igual forma, es necesario recordar que este plan se centró en deudas anteriores al 2019, ya que ese año se registró un superávit.

Si el alcalde, Dau, hubiera querido gobernar poniéndose las botas por Cartagena, el Centro Histórico no fuera un muladar donde la prostitución y venta de drogas está a la vista de todos. Ello evidencia la necesidad de un enfoque más eficaz en la gestión urbana y la seguridad ciudadana.

La ausencia de obras de envergadura y la persistencia de conflictos políticos con gritos y señalamientos de su parte, lo que le ha valido varios carcelazos, plantean interrogantes sobre la capacidad de liderazgo y gestión del alcalde. Es claro que un servidor público no puede estar orgulloso de no ejecutar y de dejar dinero en los bancos. Eso no es motivo de celebración, pues va en contra de la naturaleza del servidor público, cuyo propósito debe ser la rentabilidad social.

Los cartageneros eligieron a un servidor público, no a un activista anticorrupción. Es irracional e ilógico que ahora se vanaglorie y se regodee de sanear las finanzas cuando en 2020, al enterarse del Plan de Saneamiento, vociferó que le habían dejado una ciudad quebrada. Se lamentaba de tener que pagar deudas de otros alcaldes, pero ahora, con un atisbo de sensatez, sale a pontificar que la moralidad de su gobierno ha saneado la ciudad para que el próximo gobierno pueda ejecutar las obras.

En última instancia, Cartagena merece una gestión que trascienda las palabras y se traduzca en acciones concretas para el bienestar de su comunidad. Las expectativas son altas y los ciudadanos esperan resultados tangibles, no solo promesas. Es momento de que el ruido dé paso a una verdadera transformación para una Cartagena próspera y segura. Por eso debemos elegir bien.

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